Algunos productos de belleza se anuncian como veganos o cruelty-free, lo que promete un consumo ético. Sin embargo, estas etiquetas a veces solo cubren una parte del proceso. Una empresa puede certificar que no prueba en animales, pero sus proveedores sí podrían hacerlo. El término vegano garantiza que no contiene ingredientes de origen animal, pero no impide que use componentes sintéticos dañinos. Así, un consumidor puede comprar un producto que cumple con la definición ética, pero que perjudica el medio ambiente de otras formas.


La certificación puede ser ambigua y no cubrir toda la cadena

El problema principal radica en cómo se otorgan estas certificaciones. No existe un único estándar global, lo que genera lagunas. Algunas marcas se auto-declaran cruelty-free sin una verificación externa rigurosa. Otras obtienen un sello para el producto final, pero ignoran cómo se obtuvieron las materias primas. Esto significa que un ingrediente pudo probarse en animales antes de llegar al fabricante, rompiendo el espíritu de la promesa ética que el consumidor cree apoyar.

Microplásticos y químicos sintéticos contradicen el beneficio ambiental

Muchos de estos cosméticos incluyen microplásticos, siliconas o conservantes sintéticos que contaminan los océanos y afectan la salud. Aunque el producto sea técnicamente vegano, su fórmula puede dañar ecosistemas acuáticos y entrar en la cadena alimentaria. El consumidor busca un impacto positivo, pero el resultado final puede ser negativo para el planeta. Por eso, es clave leer la lista de ingredientes (INCI) más allá de confiar solo en los sellos llamativos.

Así que puedes dormir tranquilo porque tu crema no molestó a un conejo, mientras que cada lavado de cara contribuye a una sopa de plástico en el mar. La ética selectiva es un arte moderno.