Mantener un cuaderno de bocetos junto a la cama sirve para documentar los sueños. Al despertar, se intenta dibujar las imágenes, sensaciones o lógicas extrañas que la mente produce antes de que se desvanezcan. Este hábito funciona como una fuente directa de imaginería surrealista y personal. El material que se genera es completamente original, ya que proviene del subconsciente individual. El proceso no requiere habilidades técnicas excepcionales, sino constancia y voluntad de registrar lo efímero.
El método potencia la creatividad inconsciente
La lógica de los sueños no sigue las reglas de la vigilia, lo que deriva en composiciones y narrativas visuales únicas. Al plasmar estos fragmentos, se accede a un banco de ideas que de otro modo se perdería. Este archivo visual personal se puede usar después como referencia para proyectos artísticos. La práctica regular entrena al cerebro para recordar más detalles oníricos. Con el tiempo, el diario se convierte en un catálogo de símbolos y escenarios propios.
La técnica se basa en la inmediatez y la simpleza
La clave reside en la velocidad y en evitar juzgar lo que se dibuja. Se recomienda usar herramientas sencillas, como lápiz o bolígrafo, para no interrumpir el flujo. El objetivo no es crear una ilustración pulida, sino capturar la esencia de la escena onírica. Los trazos pueden ser sueltos y se pueden añadir notas escritas para complementar las imágenes. Lo importante es fijar la idea antes de que la conciencia la ordene o la censure.
No subestimes la frustración de despertar con una idea genial y solo poder dibujar un garabato incomprensible. Es parte del encanto y la autenticidad del proceso.
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