La movilidad eléctrica avanza hacia un futuro donde las cargas largas y las estaciones de recarga podrían dejar de ser un obstáculo. La clave está en el desarrollo de un hormigón especial, capaz de transferir energía de forma inalámbrica a los vehículos mientras transitan por la carretera. Esta tecnología, conocida como carga inductiva dinámica, se integra directamente en el pavimento, creando una red de suministro continuo que promete revolucionar la autonomía y la logística de los vehículos eléctricos.


El principio de la transferencia inalámbrica en el asfalto

El sistema se basa en la inducción electromagnética. Bajo la superficie de la calzada, se instalan bobinas de cobre conectadas a una red eléctrica. Cuando un vehículo equipado con un receptor compatible pasa por encima, se crea un campo electromagnético que induce una corriente eléctrica en el coche sin necesidad de contacto físico. Este hormigón no es conductor por sí mismo, sino que actúa como una cubierta estructural protectora para la compleja infraestructura de cables y bobinas que alberga en su interior, manteniendo la durabilidad y seguridad del firme.

Desafíos técnicos y ventajas potenciales

La implementación a gran escala enfrenta retos considerables, como el alto coste inicial de transformar las vías, la estandarización de los receptores en los vehículos y la gestión eficiente de la energía para minimizar las pérdidas. Sin embargo, las ventajas son transformadoras: se reduciría drásticamente la necesidad de baterías de gran capacidad, aligerando los vehículos y abaratando su coste, y se permitiría una conducción prácticamente ilimitada en rutas equipadas, eliminando la ansiedad por la autonomía. Países como Suecia y Alemania ya tienen tramos de prueba en funcionamiento.

Claro, con esto solo tendremos que preocuparnos de que el peaje por recarga inalámbrica no nos deje más inductados que la gasolina en su día.