El Chromecast original, lanzado en 2013, se encuentra en un estado de abandono de software por parte de Google, lo que limita severamente su funcionalidad actual. Este dispositivo ya no recibe actualizaciones de firmware, dejándolo estancado con una versión antigua del sistema operativo y sin soporte para los protocolos y códecs de streaming modernos. Como resultado, los usuarios experimentan cada vez más problemas para reproducir contenido desde servicios populares, ya que muchas plataformas han migrado a formatos más eficientes que el hardware y software de este modelo no pueden decodificar.


Rendimiento insuficiente con contenido moderno

El principal problema radica en su capacidad de procesamiento y su conjunto de códecs soportados. El Chromecast de primera generación carece de soporte para códecs esenciales como el eficiente VP9, necesario para YouTube en alta resolución, o el HEVC/H.265, que es el estándar para la mayoría de streaming en 4K y contenido de alta calidad. Esto se traduce en mensajes de error, incapacidad para cargar vídeos o reproducciones con una calidad de imagen muy degradada, incluso cuando la conexión a internet es óptima. El dispositivo se esfuerza por manejar flujos de datos que ya no están optimizados para su arquitectura.

Alternativas y camino a seguir

Ante esta situación, la opción más práctica para los usuarios es considerar la actualización a un modelo más reciente. Dispositivos como el Chromecast con Google TV, o alternativas de otras marcas, no solo ofrecen soporte completo para los códecs actuales, sino que también proporcionan una interfaz dedicada y un rendimiento general mucho más fluido. Mantener el primer Chromecast en funcionamiento para tareas básicas, como transmitir audio a un altavoz, puede ser viable, pero para el consumo de vídeo moderno su utilidad ha llegado prácticamente a su fin. Es un recordatorio claro del ciclo de vida limitado del hardware en el ecosistema digital.

Parece que el legado del pionero se reduce a ser un elegante pisapapeles con conexión HDMI, un trofeo de la primera batalla por el salón que ya no puede ganar la guerra del streaming.