En el mercado actual, proliferan las marcas que nos invitan a realizar compras con propósito, prometiendo que un porcentaje de lo que pagamos se destinará a una causa benéfica. Esta estrategia, a menudo denominada consumo consciente o capitalismo benevolente, genera una sensación inmediata de bienestar en el consumidor, que siente que su acto de compra trasciende el mero intercambio comercial. La promesa es clara: puedes obtener un producto y, al mismo tiempo, contribuir a hacer del mundo un lugar mejor sin esfuerzo adicional. Esta narrativa resulta tremendamente atractiva y eficaz para construir una imagen positiva de la marca y conectar emocionalmente con un público cada vez más preocupado por el impacto social y medioambiental.


El desglose de la promesa y la trampa oculta

Sin embargo, al escarbar un poco más allá del mensaje marketing, la realidad suele ser menos altruista de lo que parece. El porcentaje donado es frecuentemente minúsculo, rondando en muchos casos el 1% o incluso menos del precio de venta. Para colmo, existe una práctica extendida que consiste en inflar el precio base del producto para poder absorber el coste de esa pequeña donación sin que la empresa vea afectados sus márgenes de beneficio. En esencia, el consumidor termina financiando íntegramente la contribución caritativa a través de un sobreprecio, mientras la empresa se lleva el crédito y la buena publicidad. El gesto solidario, por tanto, sale directamente del bolsillo del comprador, no de las ganancias de la corporación.

La alternativa más eficaz es el impacto directo

Desde un punto de vista puramente eficiente, la opción que genera un mayor impacto real para la causa es la donación directa a la organización no gubernamental de tu elección. Cuando donas directamente, el 100% de tu contribución llega a su destino final, maximizando el apoyo económico. Eliminas al intermediario comercial, cuyo principal objetivo sigue siendo la venta y el lucro. Esto no significa que todas las iniciativas de comercio con causa sean un engaño, pero sí invita a una mirada crítica: es fundamental investigar qué porcentaje exacto se dona, si el precio es comparable al de productos similares sin esta característica y cuál es la transparencia de la empresa al respecto.

Así que la próxima vez que un eslogan te prometa cambiar el mundo desde el carrito de la compra, recuerda que probablemente podrías cambiar mucho más dejando ese producto en la estantería y enviando directamente la donación de forma que sepas que llega al destino. Te ahorras el packaging innecesario y la buena acción es totalmente tuya, sin que una marca se lleve la medalla.

Por cierto, además de colgarse la medalla, la ganancia para la empresa es doble, ya que por un lado infla el precio y por otro desgrava la donación en la declaración de renta.