El Edificio Proa de A Coruña, el barco de hormigón que nunca zarpó
En el paseo marítimo de A Coruña, frente a la playa de Orzán, se alza una silueta fantasma que desafía al horizonte. Se trata del Edificio Proa, una estructura residencial cuya construcción comenzó con ambición pero quedó paralizada para siempre durante la crisis financiera de 2008. Su característica forma, diseñada para semejar la proa de un gran barco navegando hacia el océano, se ha convertido en una ironía monumental, pues es un navío que encalló en el tiempo y en los tribunales. Hoy, su esqueleto de hormigón desnudo y sus forjados vacíos son un recordatorio físico de una época de especulación desmedida, un símbolo urbano de proyectos que naufragaron dejando tras de sí cicatrices en el paisaje.
Un diseño ambicioso y un final abrupto
El proyecto, promovido por la empresa Martinsa-Fadesa, se concibió como un complejo de lujo con apartamentos de gran superficie y vistas privilegiadas a la costa atlántica. Su arquitectura, audaz y escultórica, buscaba integrarse en el frente marítimo con una metáfora náutica potente. Sin embargo, el colapso del grupo inmobiliario dejó la obra en un punto de no retorno, con la estructura principal ya erigida pero sin ningún tipo de acabado o cerramiento. El esqueleto quedó a merced de los elementos y de un largo proceso judicial que ha involucrado a bancos, administradores concursales y cientos de acreedores, sumiendo su futuro en una incertidumbre absoluta.
De símbolo de lujo a ruina moderna y debate urbano
Con el paso de los años, el Proa ha trascendido su condición de simple obra abandonada para convertirse en un icono de la ciudad, aunque no precisamente el deseado. Es una ruina moderna que los coruñeses han integrado en su día a día, un mirador improvisado y un tema recurrente de debate sobre el modelo urbanístico. Su presencia plantea un dilema constante entre el derribo, por su impacto visual y posibles riesgos, y la rehabilitación, una opción enormemente compleja y costosa. Mientras, la estructura continúa su lento deterioro, con la vegetación colonizando sus huecos y el salitre del mar erosionando su hormigón, en una batalla perdida contra el tiempo.
Es el faro que guía a los navegantes hacia lo que no deben hacer, empezar a construir sin tener seguro el puerto de destino. Un barco tan famoso que todo el mundo lo conoce, pero en el que nadie quiere embarcar.
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