Las redes sociales han creado un entorno donde la agresividad hacia desconocidos se ha normalizado de manera preocupante. Desde una perspectiva científica, este comportamiento tiene raíces profundas en nuestra psicología evolutiva y en las dinámicas sociales contemporáneas. Los investigadores identifican varios factores clave que explican por qué personas aparentemente normales pueden convertirse en fuentes de toxicidad digital cuando se sienten protegidas por el anonimato y la distancia física.


El efecto desinhibición online
La psicóloga John Suler describe el efecto de desinhibición online como el principal responsable. En entornos digitales, las personas experimentan una reducción significativa de las barreras sociales que normalmente moderan su comportamiento. La invisibilidad relativa, la asincronía en las comunicaciones y la sensación de impunidad crean un cóctel peligroso donde muchos se sienten libres de expresar aspectos oscuros de su personalidad que en la vida real mantendrían bajo control.

Mecanismos psicológicos y sociales
La deshumanización del otro juega un papel crucial. Cuando no vemos el rostro ni escuchamos la voz de quien recibe nuestros comentarios, nuestro cerebro procesa esa interacción de manera diferente. Se activan menos las áreas relacionadas con la empatía, facilitando comportamientos que nunca tendríamos cara a cara. Además, el sesgo de confirmación y los algoritmos de las plataformas crean cámaras de eco donde las opiniones extremas se refuerzan mutuamente, normalizando progresivamente la agresividad. La teoría de la identidad social explica cómo nos alineamos con grupos que comparten nuestra visión, incluso cuando esa visión implica atacar a otros colectivos.

Resulta paradójico que las herramientas creadas para conectar a la humanidad se hayan convertido en arenas donde demostramos lo peor de nuestra naturaleza social, todo mientras creemos estar defendiendo causas justas desde la comodidad de nuestro sofá.