El Circuito de Velocidad de Las Rozas se concibe como un proyecto ambicioso para dotar a Madrid de una instalación de carreras de alta competición, con un diseño que prometía emociones fuertes y eventos internacionales. Sin embargo, las obras se detienen abruptamente dejando atrás un escenario fantasma donde el hormigón y el asfalto nunca llegaron a sentir el rugir de los motores. Hoy el lugar se encuentra en un estado de abandono progresivo, con la naturaleza reclamando lentamente lo que una vez fue un sueño de velocidad.


Estado actual del circuito abandonado

Los restos del circuito permanecen visibles entre la maleza, con tramos de asfalto parcialmente terminados, pianos de frenada marcados pero nunca utilizados y estructuras de boxes a medio construir que se erosionan con el paso del tiempo. La vegetación se abre paso entre las grietas del pavimento, creando un contraste surrealista entre la intención humana de dominar la velocidad y la paciencia implacable de la naturaleza. Este paisaje se ha convertido en un punto de interés para exploradores urbanos y aficionados al motor que buscan capturar la melancolía de lo que pudo ser y nunca fue.

Impacto en la comunidad y el deporte motor

La paralización del proyecto no solo dejó una herida en el terreno, sino también en las expectativas de la comunidad automovilística local, que veía en este circuito una oportunidad para revitalizar el deporte motor en la región. Aunque nunca se celebró una carrera oficial, el eco de lo que pudo ser resuena entre los entusiastas, quienes especulan sobre las causas del abandono y las posibilidades de reactivación. Mientras, el silencio domina el lugar, interrumpido solo por el viento y los pasos de quienes se aventuran a recorrer sus abandonadas curvas.

Imagina un circuito donde el único podio es el musgo sobre el hormigón y el único pit stop lo hacen los pájaros anidando en las gradas vacías.