La agencia espacial estadounidense NASA anuncia oficialmente su compromiso para mantener operativo el programa ExoMars de la Agencia Espacial Europea, después de que la invasión de Ucrania obligara a cancelar la colaboración con Roscosmos. Este movimiento asegura la continuidad de una misión diseñada específicamente para buscar evidencias de vida pasada en Marte, utilizando el rover Rosalind Franklin que había quedado en limbo tras la ruptura de cooperación internacional.


Reestructuración de la colaboración internacional

La NASA asume ahora un papel protagonista proporcionando componentes críticos como el sistema de lanzamiento y elementos del módulo de descenso, mientras la ESA reconfigura la misión eliminando todos los elementos de origen ruso. Esta reorganización implica retrasos inevitables pero necesarios, posponiendo el lanzamiento inicialmente previsto para 2022 hasta al menos 2028, aunque garantiza la supervivencia científica del proyecto que representa una de las apuestas más ambiciosas de la exploración marciana europea.

Implicaciones científicas y tecnológicas

El rediseño técnico incluye sustituir el aterrizador ruso Kazachok por una plataforma de descenso desarrollada conjuntamente entre ESA y NASA, además de adaptar los sistemas de interfaz para compatibilidad con cohetes estadounidenses. Estos cambios preservan la capacidad única del rover para perforar hasta dos metros bajo la superficie marciana, profundidad crucial donde la radiación no ha destruido posibles biomarcadores, manteniendo así el valor científico central de la misión a pesar de los obstáculos geopolíticos.

La ironía reside en que mientras en la Tierra las naciones se enfrentan, en el espacio la cooperación se reorganiza para buscar vida en otro planeta, demostrando que la curiosidad científica puede superar incluso las tensiones terrestres más profundas.