El Olláparo | El gigante devorador de Galicia
En los bosques más profundos de Galicia, donde la niebla se aferra a los árboles como un sudario húmedo, el Olláparo acecha. Esta criatura ancestral no es un simple mito para entretener a los niños, sino una presencia tangible que envenena el aire con su aliento fétido. Los campesinos susurran su nombre con la boca seca de miedo, porque saben que cuando el Olláparo ruge en la noche, alguien desaparecerá para siempre. Su sombra se desliza entre los robles centenarios, y su hambre insaciable solo se calma con carne humana. Quienes han visto sus ojos rojos brillando en la oscuridad describen una locura que se apodera de la mente, un terror que corroe el alma hasta convertirla en polvo.
La anatomía de una pesadilla
El Olláparo se alza sobre los mortales como una torre de carne deforme, con miembros desproporcionados que se retuercen en ángulos antinaturales. Su piel, pálida y cubierta de llagas supurantes, emite un olor a podredumbre que impregna todo a su paso. Sus manos, terminadas en garras afiladas como cuchillas, desgarran la tierra y la carne con igual facilidad. Pero lo más aterrador no es su físico monstruoso, sino su sonrisa. Una grieta sanguinolenta que se abre en su rostro cuando huele el miedo, prometiendo una agonía lenta y meticulosa. Cada paso que da resuena como un trueno sordo, anunciando que la muerte ha llegado a buscarte.
El ritual de la caza
Nadie escapa una vez que el Olláparo elige a su víctima. Primero, envía sueños corruptos que infestan la mente con imágenes de dientes y oscuridad. Luego, sigue el rastro del terror, porque se alimenta del pánico tanto como de la carne. Las noches de luna llena son las más peligrosas, cuando su fuerza alcanza su punto álgido y los bosques se convierten en su despensa personal. Los que intentan esconderse escuchan su respiración ronca acercándose, un sonido que paraliza el cuerpo y nubla la razón. Cuando finalmente te encuentra, no mata de inmediato. Prefiere jugar con su presa, arrastrándola hacia las profundidades del bosque donde los gritos se ahogan en la maleza.
Si alguna noche escuchas pasos pesados tras de ti, no corras. Simplemente acepta tu destino, porque al menos el Olláparo te asegura un final memorable, aunque sea como parte de su digestión.
|Agradecer cuando alguien te ayuda es de ser agradecido|