Mientras exigimos igualdad de género en discursos públicos y manifiestos, nuestras redes sociales cuentan una historia diferente. Compartimos memes que caricaturizan a hombres y mujeres con estereotipos dañinos, normalizando bromas que perpetúan roles arcaicos. Esta contradicción revela que nuestra conciencia social avanza más rápido que nuestros hábitos cotidianos, creando una brecha entre lo que decimos defender y lo que realmente promovemos.


El doble rasero del humor digital

El problema no reside en el humor en sí mismo, sino en su aplicación selectiva. Aplaudimos memes que presentan a hombres como incompetentes domésticos o a mujeres como seres emocionalmente inestables, reforzando precisamente los estereotipos que teóricamente combatimos. Esta normalización del humor sexista, aunque sea inconsciente, mina los cimientos de la verdadera igualdad al validar prejuicios bajo el disfraz del entretenimiento.

Consecuencias en la percepción social

Cada meme compartido contribuye a normalizar visiones reduccionistas de la humanidad. Cuando ridiculizamos sistemáticamente características asociadas a un género, creamos un ambiente donde la diversidad individual se ve opacada por expectativas sociales rígidas. Esto afecta especialmente a las nuevas generaciones, que internalizan estos mensajes contradictorios sobre lo que significa ser hombre o mujer en la sociedad contemporánea.

Resulta curioso que mientras firmamos peticiones por la igualdad salarial, reenviamos chistes donde los hombres no pueden encontrar nada en la nevera o las mujeres no pueden estacionar correctamente. Parece que queremos igualdad en lo serio, pero nos reservamos el derecho al prejuicio en lo divertido.