Cuando un votante descubre que su candidato elegido no cumple sus promesas, el cerebro activa regiones asociadas con el procesamiento emocional y la toma de decisiones. La amígdala, centro de las emociones intensas, se activa generando una respuesta de alerta similar a la que experimentamos ante una amenaza. Simultáneamente, la corteza prefrontal medial, vinculada a la confianza y las relaciones sociales, muestra una disminución en su actividad, reflejando la ruptura del vínculo de confianza establecido.


El conflicto cognitivo y la disonancia

Este proceso desencadena lo que los psicólogos denominan disonancia cognitiva, donde la creencia previa en el político choca con la evidencia de su engaño. El cerebro intenta resolver este conflicto mental reevaluando la información, lo que puede llevar a justificaciones o, por el contrario, a un rechazo total. La ínsula, relacionada con el procesamiento de emociones negativas como el asco o la decepción, se activa intensamente, influyendo en futuras decisiones políticas y generando escepticismo.

Consecuencias en el comportamiento futuro

La experiencia de decepción modifica los patrones cerebrales de recompensa y castigo, afectando cómo evaluamos a futuros candidatos. El sistema de memoria, particularmente el hipocampo, consolida este evento como una experiencia negativa, haciendo que seamos más críticos y analíticos antes de depositar nuestra confianza. Este mecanismo de protección cerebral puede llevar a una participación política más informada, aunque también puede fomentar la desconfianza generalizada en el sistema.

A veces, el cerebro parece sugerirnos que, en lugar de confiar ciegamente, deberíamos aplicar la misma lógica que usamos para revisar las reseñas de un restaurante antes de reservar mesa, pero con los políticos la carta suele cambiar después de pedir.