En el Museo de Burgos circula una leyenda urbana sobre un vigilante que continúa su ronda nocturna décadas después de fallecer en el edificio. Los trabajadores y visitantes nocturnos reportan consistentemente una presencia invisible que recorre los pasillos, siempre acompañada por el inconfundible aroma a tabaco añejo que impregna el aire.


Los testimonios de los encuentros paranormales

Numerosos empleados del museo han descrito experiencias similares durante sus turnos nocturnos. Escuchan pasos firmes que se acercan y se alejan en corredores vacíos, junto con el característico olor a cigarrillo que se intensifica repentinamente y luego desaparece sin dejar rastro visible. Algunos guardias de seguridad modernos incluso han reportado ver sombras que se mueven con propósito entre las exhibiciones, como si alguien estuviera realizando su ronda habitual.

La historia detrás del fenómeno persistente

La leyenda se remonta a la década de 1970 cuando un vigilante llamado Javier, conocido por su adicción al tabaco, falleció de un infarto mientras realizaba su ronda habitual. Desde entonces, su presencia parece haberse quedado atrapada en el museo que tanto cuidó en vida. Los investigadores paranormales que han visitado el lugar sugieren que se trata de un caso de residuo energético, donde una persona queda vinculada a un lugar por la fuerza de su rutina diaria y su conexión emocional con el espacio.

Quizás lo más curioso es que nadie se queja del humo de segunda mano, después de todo, es el único fantasma que respeta la normativa antitabaco al no fumar literalmente dentro del museo.