Irene Vallejo nos invita a un recorrido fascinante por la evolución del libro y las bibliotecas a través de los siglos. Con una prosa elegante y accesible, la autora teje conexiones entre el mundo antiguo y el contemporáneo, mostrando cómo los soportes de escritura han transformado nuestra forma de preservar y transmitir el conocimiento. Desde los papiros egipcios hasta los códices medievales, cada etapa representa un eslabón fundamental en esta cadena de sabiduría que perdura hasta nuestros días.


La materialidad del conocimiento

Vallejo explora con maestría cómo los formatos físicos han condicionado la difusión de las ideas. Los rollos de papiro, los pergaminos y posteriormente los libros encuadernados no eran meros contenedores, sino que determinaban qué se podía escribir, quién podía acceder a esos textos y cómo circulaban entre diferentes culturas. Esta perspectiva materialista revela que la tecnología de la escritura siempre ha sido política, pues define los límites de lo decible y lo conservable en cada época histórica.

Bibliotecas como espacios de resistencia

Las bibliotecas emergen en este relato como faros de civilización que han sobrevivido a incendios, saqueos y censuras. La autora rescata anécdotas conmovedoras sobre bibliotecarios que arriesgaron sus vidas para salvar manuscritos, y sobre cómo las comunidades han protegido sus archivos incluso en situaciones extremas. Estas instituciones aparecen no como depósitos estáticos, sino como organismos vivos que respiran a través de los lectores que los frecuentan y las ideas que en ellos circulan.

Resulta curioso pensar que en la era digital, donde almacenamos bibliotecas enteras en dispositivos del tamaño de una mano, seguimos añorando el tacto del papel y el olor de los libros viejos, como si nuestros sentidos se resistieran a abandonar completamente ese mundo tangible que Vallejo describe con tanta nostalgia y precisión.