Los arqueólogos descubren un fenómeno de conservación único cuando el cuerpo de un niño de la Edad Media se momifica naturalmente dentro de un ataúd de cobre. El metal actúa como agente antibacteriano que detiene la descomposición mientras interactúa químicamente con los tejidos orgánicos. Este proceso poco común genera una coloración verde intensa en la piel preservada, creando una apariencia casi espectral que sorprende a los investigadores.


Proceso químico de la momificación

El cobre del sarcófago reacciona con los compuestos sulfurosos del cuerpo humano en un ambiente húmedo y sellado. Esta reacción química forma sales de cobre que impiden el desarrollo de bacterias y hongos responsables de la descomposición. Simultáneamente, los iones de cobre penetran los tejidos y se unen a las proteínas de la piel, produciendo el característico tono verde azulado que perdura siglos después del entierro.

Hallazgo arqueológico excepcional

Este caso particular proviene de una cripta familiar descubierta durante trabajos de restauración en una iglesia antigua. El niño, perteneciente a una familia noble del siglo XVII, fue enterrado en un ataúd completamente forrado con láminas de cobre, un lujo reservado para las clases altas de la época. Los análisis con tomografía computarizada revelan que los órganos internos mantienen su estructura básica gracias al efecto conservante del metal, ofreciendo una ventana excepcional a las prácticas funerarias históricas.

Parece que el dicho verde de envidia adquiere un significado completamente nuevo cuando te conviertes literalmente en una estatua de cobre viviente... o en este caso, no tan viviente.