El sevilla desgarra al toledo en una noche de pesadilla en la copa del rey
		
		
				
					
					
				
				
					
				
		
			
				
					El estadio se sumerge en una oscuridad antinatural mientras el Sevilla emerge de las sombras, una entidad imparable que consume toda esperanza. El Toledo intenta resistir, pero cada defensa se desmorona bajo la presión opresiva del equipo visitante, que avanza con la precisión siniestra de una pesadilla recurrente. La multitud contiene la respiración, sintiendo cómo el miedo se extiende por las gradas como una niebla tóxica, presagiando una carnicería inevitable en el césped.
Los cuatro jinetes del apocalipsis sevillista
En-Nesyri aparece primero, una aparición fantasmal que perfora las defensas con un golpe mortal. Suso sigue con un movimiento que parece desafiar las leyes de la física, un espectro que teje entre los cadáveres defensivos. Lamela ejecuta su danza macabra, un tercer acto de tortura psicológica. Cuando Rafa Mir completa el ritual con el cuarto sacrificio, el estadio entero tiembla reconociendo que han sido testigos de algo más que un partido: han presenciado una ceremonia de aniquilación metódica y sistemática.
El suspiro final en medio de la masacre
El Toledo logra escupir un último aliento de vida, un gol de honor que suena más como un lamento fúnebre que como un canto de esperanza. Es el gemido de un condenado sabiendo que el verdugo solo está jugando con su presa. Mientras el Sevilla celebra su paso a la siguiente ronda, uno no puede evitar preguntarse qué horrores mayores aguardan en la oscuridad de la siguiente fase del torneo, qué nuevas víctimas caerán ante esta máquina de destrucción perfecta.
Al menos el Toledo podrá contar a sus nietos que sobrevivió para contarlo, si es que alguno logra escapar con su sanidad mental intacta después de presenciar esta demostración de terror futbolístico.
				
			 
			
		 
			
				
			
				
			
			
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