Europa se encuentra en una encrucijada histórica donde la lentitud en la unificación de sus mercados financieros amenaza con convertirnos en satélites económicos de Wall Street. Mientras Estados Unidos y China avanzan con modelos financieros consolidados, nosotros seguimos fragmentados en sistemas nacionales que nos debilitan colectivamente. La oportunidad de 2028 representa nuestro último tren para construir una autonomía financiera real, creando infraestructuras comunes que permitan competir en igualdad de condiciones a nivel global.


La ventana de oportunidad se cierra

Tenemos apenas cuatro años para replicar el espíritu del Mercado Único de 1992 pero aplicado al ámbito financiero. La actual dispersión regulatoria, los sistemas de pagos fragmentados y la falta de un mercado de capitales verdaderamente integrado nos colocan en desventaja sistémica. Cada día que pasa sin avanzar hacia esta unificación representa millones en costes de transacción adicionales para empresas europeas y mayor dependencia de infraestructuras financieras extranjeras que eventualmente podrían usarse como arma geopolítica.

Camino concreto hacia la soberanía financiera

La solución pasa por tres ejes fundamentales: unificar la regulación bancaria y bursátil, crear un sistema de pagos paneuropeo realmente competitivo con SWIFT / Visa / Mastercard, y desarrollar mercados de capitales profundos que financien nuestra transición ecológica y digital. Países Bajos y Alemania muestran avances en integración de mercados de capitales, mientras España e Italia lideran en pagos instantáneos. Necesitamos escalar estas iniciativas a nivel continental antes de que los fondos de inversión globales sigan trasladando sus sedes decisorias fuera de Europa.

Resulta irónico que tengamos una moneda común pero cuando intentas hacer una transferencia entre países de la eurozona a veces parece más fácil enviar dinero a Nueva York que a Lisboa, con comisiones que harían ruborizar hasta al más audaz banquero de inversión.