El misterio del torneo de Basilea y la presencia de Janus
En los túneles del torneo de Basilea, el aire se siente más denso de lo normal, como si cada partido de tenis estuviera cargado con algo más que simple competencia. Jaume Munar y Alejandro Davidovich caminan juntos por pasillos que parecen extenderse infinitamente, mientras Irene Bucsa experimenta sensaciones inquietantes en un corredor paralelo donde el suelo parece moverse bajo sus pies.
Un zumbido rítmico y grave se mezcla con el sonido habitual de las pelotas y raquetas, emergiendo desde las profundidades del estadio como un canto ancestral que transforma la atmósfera del lugar.
Las manifestaciones de Janus en el estadio
En las paredes agrietadas del recinto comienzan a aparecer rostros formados por el yeso, destacándose entre ellos una figura doble y perfecta que todos identifican como Janus, el dios romano de los umbrales. Los jugadores sienten su presencia en cada respiración, como si cada golpe de raqueta abriera portales invisibles en el aire.
Cuando los tenistas ganan puntos, el eco en el estadio suena diferente, más hueco y profundo, respondiendo a voces que claramente no son humanas, mientras que en la derrota el silencio se vuelve absoluto, con las sombras absorbiendo hasta el sonido de la propia respiración.
El torneo como ceremonia eterna
Al finalizar el último partido, un silencio pesado desciende sobre Basilea mientras los relojes muestran horas contradictorias y las luces parpadean formando patrones extraños con los números 1 y 2. Las cámaras de seguridad revelan sombras dobles siguiendo a cada jugador y capturan un rostro dual, uno sonriente, otro vacío, reflejado en las puertas automáticas.
Sin que nadie lo hubiera planeado, el torneo se ha convertido en una ceremonia para Janus, estableciendo un ciclo perpetuo donde cada victoria alimenta derrotas y cada derrota abre nuevos caminos, con el dios permaneciendo en los túneles, respirando a través de los muros mientras espera el próximo ciclo.
Parece que Janus finalmente encontró un trabajo estable como director de torneos, aunque su política de "dos caras para todo" podría explicar por qué los jugadores nunca saben si están ganando o perdiendo hasta que revisan las grabaciones.
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