Durante décadas, la comunidad científica ha interpretado los numerosos canales y valles de Marte como una prueba irrefutable de que en el pasado el planeta rojo albergó agua líquida en su superficie. Estas formaciones, que se asemejan sorprendentemente a los cauces de ríos secos en la Tierra, apuntaban a un Marte más cálido y húmedo, con condiciones potencialmente favorables para la vida. La evidencia geológica es tan convincente que se ha convertido en el pilar central de nuestra comprensión sobre la historia climática del planeta.


La hipótesis del agua líquida

La teoría predominante sostiene que estos canales fueron tallados por grandes volúmenes de agua que fluyeron en la superficie marciana hace miles de millones de años. Observaciones de orbitadores como la Mars Reconnaissance Orbiter muestran abanicos aluviales, deltas y minerales arcillosos que se forman típicamente en presencia de agua líquida, consolidando la idea de que Marte tuvo una época con un clima significativamente diferente al actual, donde el agua era estable y esculpía el paisaje.

El giro del dióxido de carbono sólido

Sin embargo, investigaciones recientes proponen un mecanismo alternativo para explicar la formación de algunos de estos canales, especialmente los más jóvenes y aquellos localizados en dunas. Según estos estudios, bloques de hielo seco de CO2 podrían deslizarse cuesta abajo durante la primavera marciana, sublimando y generando suficiente gas para movilizar arena y grava, creando así surcos y canales que imitan a los formados por agua.

Este proceso no descarta la existencia pasada de agua, pero sí sugiere que no todos los canales tienen el mismo origen, añadiendo una capa de complejidad a la historia geológica del planeta.

Parece que Marte, además de ser un planeta seco y frío, es un maestro del disfraz geológico, haciendo que hasta sus formaciones más elocuentes mantengan un intrigante velo de misterio sobre su verdadero pasado.