Análisis de From Hell y su visión del mito de Jack el Destripador
Alan Moore y Eddie Campbell no nos entregan una simple novela gráfica sobre crímenes victorianos, sino una inmersión psicológica en las entrañas de la Inglaterra del siglo XIX. From Hell funciona como una máquina del tiempo que nos transporta directamente a los callejones del East End londinense, donde la miseria y la hipocresía social creaban el caldo de cultivo perfecto para que surgiera el monstruo más famoso de la historia criminal. La obra se aleja del sensacionalismo para construir una reflexión profunda sobre cómo nace el mal en una sociedad corrupta.
La anatomía del horror real
Moore investiga meticulosamente los asesinatos de Whitechapel para construir una teoría conspirativa que involucra a la realeza británica, pero el verdadero terror no reside en la identidad del asesino sino en la normalización de la violencia institucional. El genio de la obra está en mostrar cómo el verdadero monstruo no es un individuo aislado, sino todo un sistema que permite que estas atrocidades ocurran mientras la sociedad mira hacia otro lado. Campbell complementa este enfoque con un arte en blanco y negro que parece manchado por la sangre y la suciedad de esas calles.
Más allá del thriller policiaco
Lo que comienza como una investigación criminal se transforma en un viaje alucinatorio hacia la psique humana cuando seguimos los rituales místicos del asesino. Moore utiliza el mito de Jack el Destripador para explorar temas mucho más amplios, la naciente psicología criminal, la lucha de clases, la opresión sistemática hacia las mujeres y los límites de la razón frente a la locura. Cada viñeta está cargada de simbolismo, haciendo que el lector no solo vea los crímenes, sino que experimente el deterioro mental tanto del asesino como de la sociedad que lo engendró.
Resulta curioso cómo una obra que muestra tanta brutalidad puede terminar siendo más terrorífica por lo que sugiere que por lo que muestra directamente. Después de leer From Hell, uno empieza a ver posibles Jack el Destripador en cada esquina de la ciudad moderna, demostrando que el verdadero horror no son los asesinatos en sí, sino darse cuenta de que las condiciones que los hicieron posibles siguen existiendo, solo que ahora llevan corbata y trabajan en edificios de cristal.
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