El martillo de Thor ahora impulsa cohetes, y no es un chiste. New Frontier Aerospace (NFA) acaba de completar una serie de pruebas exitosas con su motor de cohete Mjölnir, completamente impreso en 3D. Alimentado con gas natural líquido y con un nombre digno del MCU, este pequeño titán de metal está diseñado para impulsar vuelos hipersónicos y transferencias orbitales. Y lo mejor: no necesita ser digno para usarlo, solo tener buen código G para la impresora.


De drones a órbitas: ambición sin escala limitada

Mjölnir está destinado a múltiples misiones. Su primer objetivo será Pathfinder, un sistema aéreo no tripulado que realizará vuelos estacionarios en 2026. Más adelante, impulsará al vehículo Bifröst (sí, como el puente arcoíris mitológico), que tiene planes para transferencias orbitales y carga punto a punto. Todo esto hace parte de la hoja de ruta de NFA para meterse de lleno en el terreno aeroespacial y militar.

Y sí, detrás hay músculo financiero serio: la NASA ha metido casi un millón de dólares vía grants para pequeñas empresas, y el Departamento de Defensa de EE.UU. también puso otros 1.5 millones en la mesa. Un motor financiado por dioses modernos: la burocracia y el presupuesto federal.

¿Y qué tiene de especial Mjölnir?

Además de su nombre marca registrada del hype, Mjölnir tiene ventajas técnicas notables:

  • Diseño compacto: Ideal para drones o naves que necesitan espacio optimizado.
  • Alta eficiencia: Lo que se traduce en más empuje por menos combustible.
  • Combustible limpio: Gas natural líquido, una opción más verde comparada con otras mezclas hipersónicas.
  • Fabricación 3D: Reduce costos y tiempos de producción, crucial en la nueva era espacial.

Según Bill Bruner, CEO de NFA, esto no es solo un motor, es una llave maestra para abrir nuevas fronteras: Es un cambio de juego para el vuelo hipersónico y la propulsión espacial. O como diría Thor: Mjölnir ha encontrado un nuevo propósito.

¿Qué sigue?

Aunque todavía faltan pruebas reales en vuelo, NFA apunta a tener Pathfinder en el aire en los próximos dos años, y Bifröst volando en 2027. Lo que hoy es una prueba de banco, pronto podría ser parte de la próxima generación de transporte espacial, militar y comercial.

Y todo comenzó con un martillo impreso capa por capa.