Hoy (martes 4 de enero) a las 11 horas de la mañana mi ex-socio me llama porque Sebastián, un chico de 20 años que trabajaba en la productora como editor, estudiante de cine, realizador de unos cortos geniales y ganadores de premios, no había ido por la productora desde el lunes y no atendía el teléfono de su casa (vivía solo desde hacía unos meses). Mi ex-socio me pidió el teléfono de sus padres.
15 minutos después, Fernando, mi ex-socio me vuelve a llamar y me da la noticia de que Sebastián había muerto el jueves de la semana pasada en el desastre de cromagnon donde murieron (hasta ahora) 184 pibes y quedan muchos más aun internados y en grave estado como la novia de Sebastián que está en estado reservado.
La estupidez humana no tiene límites. Esto que pasó tiene una hilera larga de responsables, comenzando por las autoridades, siguiendo por el dueño del lugar y llegando al pelotudo que encendió la bengala. Lo cierto es que Sebastián no editará más ni podrá realizar ya sus planes. Los otros 183 pibes tampoco.