Hola foreros de buen hacer. Quería compartir con vosotros una de las mejores y más intensas experiencias que he tenido en mí escaso cuarto de siglo sobre este planeta.
Como he dicho en alguna ocasión, además de Hobbit soy fanático de Queen y una de mis mayores penas siempre ha sido no poder verles en directo.
Por eso acudí nervioso al musical que hasta enero se encuentra en el teatro arriaga de Bilbao. A pesar de conocer de antemano el éxito cosechado en todas las ciudades por las que han pasado no sabía bien que me iba a encontrar, si las canciones me iban a chocar en castellano, si el argumento me engancharía.
Entré al auditorio con un cuarto de hora de antelación. La sala a reventar, en el escenario, proyectado sobre un telón oscuro el logotipo del musical y de fondo la música introductoria del a kind of magic. Mi novia sentada a mi lado, aguantando mis nervios y ansia porque empezara de una vez. Y por fín, bajan las luces y una voz en of presenta el espectáculo.
Por la puerta del fondo, por la que minutos antes había entrado yo, entran los 7 músicos, uno de ellos portando una flamante red special (los que conozcáis Queen sabéis de que hablo).
Ovacción impresionante. Bien, pensé, la cosa promete. Bajan al foso y la sala queda totalmente a oscuras, mientras en la pantalla del escenario comienzan a proyectarse imágenes confusas. Y de repente, suena su voz. Freddie a todo trapo, cantando los primeros versos de Innuendo acompañado de la atronadora música interpretada por la banda.
No puedo expresar con palabras lo que sentí en ese momento. Qué sonido, que voz, que emoción. En la pantalla aparecen varias textos que nos van poniendo en situación de lo que vamos a ver a continuación y a duras penas puedo mantener la compostura y evitar que se me escape alguna lágrima. Era como estar en un concierto, en wembley.
Las siguientes 2 horas y media sólo se pueden describir con una palabra:
apoteosis.
Todos los temas perfectamente interpretados tanto por la banda como los actores. La selección realizada, así como su adaptación al musical es impecable, manteniendo en lo posible las letras originales. Los músicos impresionantes, parecían los mismos Queen.
Los diálogos están repletos de guiños a los fans del grupo, así como muchos otros dirigidos al público general sobre la música de los años 70 y 80. Críticas feroces al fenómeno operación triunfo y a la música megacomercial. Y numerosos chistes cómicos para melómanos.
Al principio la gente estaba algo cortada, se veía que querían soltarse, pero no sabían si era el lugar propicio para ello. Y los actores se encargaron de hacer que el teatro entero entrase en un clímax total: saltando del escenario para cantar entre el público, animando desde el escenario a dar palmas y gritar.
Así, la media hora final fue lo más maravilloso que he sentido en mi vida, más incluso que cuando vi Esdla: el teatro entero totalmente entregado a las canciones, los actores dándolo todo y una sensación de noche mágica en el ambiente.
Terminan y todo el auditorio estalla en vítores y aplausos. La gente se levanta, chilla, aplaude, los actores y músicos salen a saludar una, dos, tres veces ante el clamor de todos los asistentes.
Y cuando parece que había terminado, una solitaria luz se enciende en el escenario y el protagonista sale a cantar el tema más esperado por todos, el centro de todo el musical: Bohemian Raphsody. Canta a dúo con la chica protagonista mientras el resto de actores se van situando a su espalda. Y para asombro de todos, reproducen la parte vocal central del Bohemian a pelo, lo clavan. Llega la parte guitarrera y todo es éxtasis total, fusionándola con la versión rápida del we wil rok you.
Para entonces ya tengo las manos rotas de aplaudir y la garganta deshecha de gritar. Aplausos y vítores durante 15 minutos en los que el protagonista se despide y da las gracias señalando al cielo, a Freddie.
Qué más puedo decir, todavía me emociono al recordarlo. Sólo me queda darle las gracias a mi niña por compartir conmigo uno de los momentos más excitantes de mi vida, y animaros a todos a que vayáis a verlo, que merece y mucho la pena.
Y que viva el rock.