Porque la carga el diablo. La ves ahí, blaquíta, tan bonita, tan pequeñita, con sus mandos blanquitos tan bonitos, que dices, voy a encenderla y a probarla y, se acabó, te engancharás y ya no podrás salir.
Pero yo controlo, ¿eh? Yo me quito cuando quiera.
Luego no días que no te advertimos.