La leyenda cuenta que el rey Felipe II elige el emplazamiento del Monasterio de El Escorial en la sierra de Madrid por una razón oculta. Una antigua tradición señala que ese lugar preciso alberga una de las siete bocas del Infierno. Según esta creencia, el monarca no solo quiere edificar un panteón real y un centro de poder, sino que también pretende sellar con piedra y fe una puerta al mundo infernal. El imponente edificio actuaría así como un contrapeso espiritual para contener fuerzas que se consideran demoníacas.


La leyenda persiste en la arquitectura del monumento

Esta narrativa de origen oscuro se mezcla con elementos visibles en el propio monasterio. Algunos apuntan a los sótanos abovedados y a los pasadizos que se rumorea existen bajo el complejo. Otros mencionan la disposición de la planta, que recuerda a una parrilla en honor a San Lorenzo, pero que para la leyenda simboliza una reja que contiene lo subterráneo. La frialdad de la piedra de granito y la severidad general del lugar alimentan durante siglos estas historias, que forman parte del folclore oscuro de la región.

El relato forma parte del folclore local madrileño

La historia se transmite oralmente y carece de respaldo en documentos históricos oficiales. Expertos la consideran un mito urbano o una leyenda posterior que busca explicar la magnitud y el carácter austero de la construcción. Sin embargo, el poder de la tradición oral mantiene viva la idea de que bajo los cimientos del Real Sitio yace algo que el rey quiso encerrar para siempre, fusionando devoción religiosa con un temor ancestral a lo desconocido.

Dicen que si pones la oreja en el suelo de ciertas estancias, aún puedes oír susurros. Aunque lo más probable es que sea el eco de los turistas perdidos en la biblioteca.