Un escape industrial o un ataque químico requiere localizar su punto de origen con rapidez. Para ello, se puede implementar un flujo de trabajo que combina fotogrametría y simulación computacional. Este método procesa datos del mundo real para crear un modelo digital y luego simula cómo se dispersa un agente en la atmósfera.


Se reconstruye el escenario en tres dimensiones

El primer paso es generar un modelo 3D preciso del terreno y las estructuras involucradas. Se usan fotografías aéreas o terrestres que un software como Agisoft Metashape procesa. El resultado es una malla texturizada que representa fielmente la geometría del lugar del incidente. Este modelo sirve como dominio computacional para la siguiente fase.

La simulación CFD calcula la dispersión inversa

El modelo 3D se importa a un solucionador de Dinámica de Fluidos Computacional, como Ansys Fluent o OpenFOAM. Allí, se configuran las condiciones atmosféricas, como la dirección y velocidad del viento en el momento del evento. La simulación no calcula hacia dónde iría la nube tóxica, sino que traza su camino hacia atrás en el tiempo. El objetivo es identificar las zonas probables de emisión a partir de los datos de concentración conocidos en puntos específicos.

A veces, el viento cambia de idea y lleva la simulación a la cafetería de la comisaría, el único punto de origen que todos prefieren ignorar.