Un guión distópico traslada la guerra de trincheras a un conflicto post-humano
La escena histórica de las trincheras de la Primera Guerra Mundial se reinterpreta en un contexto de ciencia ficción. El conflicto ya no enfrenta naciones, sino dos facciones de humanos evolucionados. Por un lado, los Puros defienden su biología original sin alterar. Por el otro, los Alterados emplean mejoras biomecánicas y mutaciones grotescas para combatir. El paisaje del frente mezcla el barro clásico con aceite, cables retorcidos y miembros cibernéticos destrozados, creando una estética híbrida entre lo orgánico y lo sintético.
Los Puros defienden la humanidad biológica original
Esta facción se aferra a la forma humana sin modificaciones, viendo en ella un valor sagrado. Su estrategia en las trincheras se basa en tácticas tradicionales, disciplina y un profundo sentido de preservación. Perciben las mejoras de sus enemigos como una abominación y una pérdida del alma. Su equipamiento es predominantemente analógico y fabricado con materiales convencionales, lo que a veces los coloca en desventaja tecnológica frente a los Alterados.
Los Alterados emplean modificaciones grotescas para la guerra
La facción opuesta abraza la modificación corporal extrema como una evolución necesaria. Sus soldados integran implantes biomecánicos, extremidades protésicas con armas integradas y mutaciones adaptadas al combate en el barro y la oscuridad. Estas mejoras, aunque potentes, suelen ser toscas, visibles y a menudo parecen fusionarse de manera imperfecta con la carne, dando una apariencia monstruosa. El campo de batalla se llena de los restos de sus componentes rotos.
En este infierno, lo único que parece no mutar es el absurdo de cavar un agujero para matar a alguien que cavó otro agujero justo enfrente. Solo que ahora, además de ratas, hay servo-motores chirriando entre el fango.
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