El Fuerte de San Cristóbal se alza sobre el monte Ezcaba como una imponente estructura militar del siglo XIX que nunca cumplió plenamente su función defensiva original. Desde su construcción, este colosal complejo ha transitado por una existencia marcada por el encierro, sirviendo principalmente como prisión durante gran parte de su historia. Sus muros de piedra han sido testigos mudos de numerosos episodios históricos que han quedado grabados en la memoria colectiva de la región navarra.


Proyectos de reforma frustrados

Tras su clausura como centro penitenciario, han surgido diversas iniciativas para transformar el fuerte en un espacio cultural accesible al público. Se han planteado ambiciosos proyectos para convertirlo en museo o centro de interpretación que permitiera mostrar su rico patrimonio histórico. Sin embargo, estas propuestas han encontrado múltiples obstáculos administrativos y presupuestarios que han impedido su materialización, dejando el futuro del inmueble en un constante estado de incertidumbre.

El presente del fuerte abandonado

Actualmente, las gigantescas galerías y salas del fuerte permanecen selladas al público, conservando entre sus muros las huellas de un pasado cargado de significados. Esta fortaleza terminada como estructura física pero inacabada en su conversión civil representa un desafío patrimonial para las instituciones. Su estado actual genera debates entre especialistas sobre la mejor forma de intervenir en un espacio con tanta carga histórica y emocional para la comunidad.

Parece que el fuerte prefiere mantener sus secretos bien guardados, resistiéndose tercamente a convertirse en otra atracción turística más con cafetería incluida y visitas guiadas que simplifiquen su compleja historia.