Imagina una película en la que la atmósfera visual no solo respira, sino que se convierte en un personaje más. La historia nos presenta a un protagonista que lucha por su vida en un ambiente hostil y peligroso, donde el océano se convierte en una prisión implacable. Los efectos visuales son los que permiten transmitir esa angustia, dándole al espectador la sensación de estar bajo el agua, atrapado, respirando apenas.
En este contexto, los VFX hacen magia: no se limitan a crear escenarios impresionantes, sino que se integran con la acción para generar emociones. Los estudios encargados de ello, como RISE y TPO VFX, colaboran para crear una atmósfera tan realista que la película no solo se ve, sino que se siente en los huesos.
A través de composiciones digitales cuidadas y efectos bien diseñados, el trabajo de estos estudios da forma a un mundo submarino lleno de tensión, donde cada burbuja de aire cuenta. Pero no es solo el entorno lo que cautiva, sino cómo se fusiona con la narrativa para mantener a los espectadores al borde de su asiento. Si hablamos de la parte técnica, la colaboración entre los estudios es un ejemplo claro de cómo la posproducción y la composición pueden elevar una historia a otro nivel, haciendo que los detalles visuales sean tan esenciales como la trama misma.