Fotografiar patrones de interferencia moiré de forma intencionada
El efecto moiré surge cuando dos patrones repetitivos, como rejillas o tejidos, se superponen o se fotografían desde un ángulo específico. En lugar de evitarlo como un defecto, algunos fotógrafos lo buscan deliberadamente. Alinear la cámara con ciertos ángulos frente a superficies texturizadas genera estos patrones de interferencia, que se perciben como ondas, remolinos o figuras geométricas nuevas y dinámicas. Este fenómeno óptico se convierte así en la materia prima para crear imágenes abstractas.
Cómo generar y controlar el patrón moiré
Para lograr este efecto, se necesita un motivo base con una textura regular y repetitiva. Los tejidos de punto fino, las rejillas de ventilación, las persianas venecianas o las pantallas de ciertos monitores son sujetos ideales. El punto clave es mover la cámara ligeramente, cambiando el ángulo o la distancia respecto al patrón. Al mirar por el visor o la pantalla, se observa cómo aparecen y se transforman las franjas de interferencia. Usar un objetivo macro permite acercarse y aislar detalles, intensificando el resultado abstracto. Es un proceso de experimentar en tiempo real hasta encontrar la composición más interesante.
Aplicar el efecto en composiciones artísticas
Estos patrones impredecibles añaden una capa de complejidad visual y un carácter psicodélico a la imagen. Los fotógrafos los usan para evocar movimiento, vibración o distorsión de la realidad. El postprocesado ayuda a realzar el contraste y la saturación de los colores que emergen, potenciando su impacto. El objetivo final no es representar el objeto original, sino capturar la ilusión óptica que genera, creando una pieza gráfica autónoma donde la interferencia es el protagonista.
El efecto moiré demuestra que lo que algunos consideran un error técnico, otros lo ven como una puerta a universos visuales inesperados, donde una cortina de baño puede esconder un torbellino de colores hipnótico.
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