Una nueva tecnología propone fabricar proteínas para alimentar a las personas usando el dióxido de carbono del aire como materia prima. El proceso emplea microbios que se alimentan de este gas, junto con hidrógeno obtenido de agua mediante electricidad renovable. Estos microorganismos fermentan la mezcla en un biorreactor, multiplicándose y generando una biomasa rica en nutrientes. Posteriormente, esta biomasa se seca para obtener un polvo fino con alto contenido proteico, cercano al 70%, que además contiene grasas y fibras. Este método busca ofrecer una alternativa a la producción convencional de proteínas, que requiere grandes extensiones de tierra y agua.


El proceso combina energía renovable y fermentación microbiana

El sistema funciona de manera integrada. Primero, un electrolizador separa el hidrógeno del agua usando energía solar o eólica. Este hidrógeno, junto con dióxido de carbono capturado del aire, se introduce en un tanque de fermentación. Allí, una cepa específica de bacterias, como Hydrogenomonas, consume estos gases para sintetizar sus componentes celulares. El ambiente dentro del biorreactor se controla con precisión para optimizar el crecimiento microbiano. Finalmente, el cultivo pasa por etapas de centrifugación y secado por pulverización, resultando en un polvo neutro que se puede usar como ingrediente para elaborar alimentos.

La técnica aborda desafíos ambientales y de seguridad alimentaria

Este enfoque plantea ventajas potenciales en varios frentes. Al depender del CO2 atmosférico, puede ayudar a reducir la concentración de este gas de efecto invernadero. Además, su huella de tierra y agua es significativamente menor comparada con la ganadería o la agricultura extensiva. El producto final es un polvo inodoro e insípido que los fabricantes pueden incorporar a pastas, bebidas o sustitutos cárnicos para aumentar su valor nutricional. Los desarrolladores señalan que el método puede operar en condiciones controladas y en ubicaciones diversas, lo que podría contribuir a producir alimentos de forma más local y resistente a fenómenos climáticos.

Quizás pronto el filete no provenga de la pampa, sino de una torre que aspire el humo de la ciudad. Un giro irónico donde lo que contamina termina nutriendo.