Los equipos médicos ahora pueden inducir un estado de animación suspendida en pacientes con trauma extremo. Esta técnica, conocida como preservación de emergencia y reanimación, enfría el cuerpo rápidamente para reducir drásticamente la actividad celular. Al hacerlo, detiene casi por completo el metabolismo, lo que otorga a los cirujanos un tiempo vital adicional para reparar lesiones que de otro modo serían mortales. El procedimiento se reserva para casos donde el paro cardíaco es inminente y la pérdida de sangre es masiva.


El proceso reemplaza la sangre con solución salina fría

El equipo médico comienza por bombear una solución salina helada directamente en la aorta, la arteria principal del cuerpo. Este líquido reemplaza rápidamente la sangre del paciente, enfriando el cerebro y los órganos vitales a unos 10-15 grados Celsius. El corazón deja de latir y la actividad cerebral se detiene, un estado que los médicos describen como no está vivo, pero tampoco completamente muerto. Este enfriamiento profundo protege los tejidos de la falta de oxígeno, permitiendo que las células sobrevivan en un estado de hibernación forzada.

La técnica busca estabilizar para luego reparar

Con el paciente en este estado de suspensión, que puede durar hasta dos horas, los cirujanos trabajan para detener la hemorragia y reparar las heridas internas críticas. Una vez que logran controlar el daño, reconectan al paciente a una máquina de circulación extracorpórea. Este sistema calienta lentamente la sangre y la reintroduce en el cuerpo, intentando reiniciar el corazón y restaurar la circulación normal. El objetivo final es estabilizar al paciente lo suficiente para llevarlo a una cirugía definitiva.

Aunque suena a ciencia ficción, el protocolo es real y se investiga para ganar esos minutos de oro que separan la vida de la muerte. Eso sí, los médicos aclaran que no es un viaje en el tiempo, sino una carrera contrarreloj con el termómetro como aliado.