Los electrodomésticos usan plásticos frágiles en piezas clave
Muchos electrodomésticos modernos integran piezas de plástico de baja calidad en puntos que soportan un alto estrés mecánico. Esto ocurre en tiradores de puertas, pestillos de lavadoras o botones de lavavajillas. Estos componentes, aunque pequeños, son esenciales para operar el aparato. Su diseño deliberadamente endeble provoca que fallen mucho antes que el motor o la electrónica principal, los cuales suelen seguir funcionando.
La rotura fuerza a sustituir el aparato completo
Cuando una de estas piezas se rompe, el usuario se enfrenta a un problema doble. Primero, el electrodoméstico se vuelve difícil o imposible de usar de forma normal. Segundo, conseguir un repuesto original suele ser complicado y, en ocasiones, tan caro que no compensa la reparación. Esta situación empuja a muchos consumidores a optar por comprar un equipo nuevo, aunque el suyo aún tenga los componentes principales en buen estado.
El resultado es una obsolescencia acelerada
Esta práctica acorta la vida útil del producto de forma artificial. El fabricante diseña un punto débil predecible que garantiza el fallo tras un número determinado de ciclos de uso. Así, el ciclo de reemplazo se acelera sin que el núcleo tecnológico del aparato esté realmente agotado. El consumidor percibe que su equipo se ha estropeado por completo, cuando en realidad solo necesita una pequeña parte que no está pensada para durar.
Es el eterno juego del gato y el ratón, donde el ratón es tu cartera y el gato un tirador de plástico que cuesta dos euros pero decide el destino de un aparato de trescientos.
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