La trama sigue a Manji, un samurái que no puede morir. Unos gusanos místicos sanan sus heridas de forma constante. Para redimir sus pecados y volver a ser mortal, debe eliminar a mil hombres malvados. Su camino se une al de Rin Asano, una joven que busca vengar a sus padres. Una escuela de esgrima, el Itt?-ry?, es responsable de su muerte. Juntos, enfrentan un mundo violento y complejo.
El estilo artístico se destaca por su realismo
Hiroaki Samura trabaja principalmente con lápiz. Esto otorga a las páginas un acabado texturizado y detallado. Su dominio de la anatomía humana es notable. Las secuencias de acción muestran un gran sentido del movimiento y la fluidez. Los combates son intensos y están representados con un alto nivel de precisión. La violencia no se edulcora, sino que se plasma con crudeza gráfica.
La narrativa explora temas morales profundos
La historia cuestiona el ciclo de la venganza y el precio de la inmortalidad. Manji carga con el peso de un pasado sangriento. Rin debe decidir hasta dónde está dispuesta a llegar. Los personajes que encuentran no son simplemente buenos o malos. Cada encuentro añade capas de complejidad a su viaje. El manga evita ofrecer respuestas fáciles a los dilemas que plantea.
Por supuesto, tener que matar a mil personas para poder morir en paz es una de esas metas laborales que hacen reconsiderar la elección de carrera.
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