Los sistemas de inteligencia artificial avanzan para percibir estados emocionales humanos. Analizan datos multimodales como expresiones faciales, el tono de voz y señales biométricas en tiempo real. Esto permite que las máquinas respondan de forma más adaptada al contexto emocional del usuario. Empresas tecnológicas y equipos de investigación desarrollan estos modelos para integrarlos en asistentes virtuales, sistemas de atención al cliente y herramientas educativas.


Los sistemas procesan múltiples señales a la vez

La clave reside en combinar y procesar distintas fuentes de información. Una cámara capta microexpresiones y gestos, mientras un micrófono analiza variaciones en el tono, ritmo e intensidad de la voz. Sensores pueden medir datos como el ritmo cardíaco o la conductividad de la piel. Los algoritmos de aprendizaje profundo correlacionan estos datos para inferir un estado emocional como alegría, frustración, sorpresa o concentración. Esta capacidad multimodal reduce errores que se cometerían al usar un solo canal.

La tecnología plantea debates éticos y de privacidad

La capacidad de leer emociones genera preguntas sobre cómo se usan estos datos y quién los controla. Surgen dudas sobre la precisión de los algoritmos para generalizar entre culturas o individuos, y sobre posibles sesgos en los datos de entrenamiento. Legisladores y expertos discuten la necesidad de regular esta tecnología para proteger la privacidad y evitar usos manipulativos, especialmente en publicidad, reclutamiento laboral o vigilancia.

Ahora tu asistente virtual no solo no te entenderá cuando hables con la boca llena, sino que además podrá detectar tu exasperación por ello.