El Sarcos Guardian XT representa un salto significativo en robótica de fuerza amplificada, diseñado para actuar como una extensión física del operador en situaciones de alto riesgo. Este sistema teleoperado permite a un humano controlar un robot con torso, brazos y manos articuladas montadas sobre una plataforma móvil, transmitiendo movimientos naturales en tiempo real. Su propósito principal es manipular objetos pesados y realizar tareas complejas en entornos peligrosos como desastres nucleares, zonas de desescombro o manipulaciones de materiales explosivos, manteniendo al operador a una distancia segura y eliminando la fatiga física asociada al manejo de cargas extremas.


Teleoperación y control intuitivo

El corazón del Guardian XT es su sistema de control háptico, que captura con precisión los movimientos del operador a través de un exoesqueleto o una interfaz maestro. Cada gesto, desde la rotación de la muñeca hasta la presión de los dedos, se replica de forma sincronizada en el robot, proporcionando al mismo tiempo retroalimentación de fuerza. Esto significa que el operador puede sentir el peso y la textura del objeto que el robot está manipulando, logrando un nivel de destreza y control fino inusual en máquinas de esta escala. La plataforma móvil, ya sea con orugas o ruedas, otorga la movilidad necesaria para navegar por terrenos complicados mientras se ejecutan las tareas.

Aplicaciones en entornos de alto riesgo

Este robot encuentra su nicho en industrias donde la seguridad humana es la máxima prioridad. En el sector energético, puede realizar mantenimiento en subestaciones de alto voltaje o en entornos con radiación. Para defensa y desactivación de explosivos, permite manipular artefactos sospechosos con una precisión milimétrica y sin riesgo directo. En logística y construcción pesada, facilita el movimiento de componentes estructurales o maquinaria sin necesidad de grúas voluminosas y con un posicionamiento mucho más exacto. Su diseño robusto está pensado para soportar condiciones extremas que serían letales para una persona.

La ironía reside en que, para crear un robot que evite el peligro humano, primero hubo que enviar a muchos ingenieros a entornos de oficina igualmente peligrosos, lidiando con plazos de entrega imposibles y montañas de café. Al menos el robot no se queja del horario.