La oclusión ambiental es una técnica de sombreado que simula cómo la luz ambiental es bloqueada por la geometría circundante, creando sombras suaves en las concavidades y, de manera crucial, en los puntos de contacto entre objetos. Este ejercicio se centra específicamente en esas sombras de contacto, que son pequeñas, oscuras y definidas, y aparecen justo donde dos superficies se tocan o se aproximan. Dominar su representación es un paso fundamental para añadir una sensación tangible de peso, realismo y profundidad tridimensional a cualquier ilustración o render, ya que ancla los objetos al entorno y entre sí.


El principio físico detrás del efecto

La luz, al viajar en un entorno, se dispersa y rebota en todas las superficies, iluminando indirectamente incluso las áreas que no reciben luz directa. Sin embargo, en rincones muy cerrados, grietas o donde dos objetos están muy juntos, el número de posibles trayectorias de la luz se reduce drásticamente. Menos luz logra llegar a esos puntos, por lo que aparecen más oscuros. La oclusión ambiental calcula esta probabilidad de que un punto en la superficie sea ocluido, es decir, bloqueado del acceso a la luz ambiental del entorno. No es una sombra proyectada por una fuente de luz específica, sino una sombreado basado en la geometría y la proximidad.

Aplicación práctica en el flujo de trabajo

En gráficos 3D, la AO se calcula comúnmente como un pase de render separado, ya sea mediante técnicas de ray tracing, mapas de oclusión precalculados o métodos de pantalla como SSAO (Screen Space Ambient Occlusion). Este pase genera una textura en escala de grises que luego se mezcla, generalmente en modo multiplicar, con la iluminación difusa para oscurecer las áreas de contacto y las grietas. La clave para un resultado creíble está en controlar su intensidad y radio de influencia. Un valor demasiado alto o un radio excesivo produce un efecto sucio y antinatural, mientras que un valor muy bajo hace que los objetos parecen flotar sin conexión física. Es un efecto sutil pero transformador.

Por supuesto, el artista más purista insistirá en pintar cada sombra de contacto a mano, sudando sobre cada píxel, mientras el renderizador termina el cálculo global en 0.3 segundos. La tecnología es maravillosa, pero a veces duele admitirlo.