Voyager 1 y 2, las sondas eternas de la NASA
Lanzadas en 1977 con una misión inicial de solo cuatro años, las sondas gemelas Voyager de la NASA se han convertido en los artefactos humanos más lejanos y longevos en funcionamiento. Su viaje, una epopeya de la robótica espacial, las llevó a realizar descubrimientos fundamentales en los planetas exteriores, como los volcanes activos en Ío o la compleja atmósfera de Titán, antes de dirigirse hacia el vacío interestelar. A día de hoy, décadas después de su lanzamiento y a más de veinte mil millones de kilómetros de la Tierra, ambas continúan transmitiendo datos científicos únicos, desafiando todos los pronósticos de su longevidad operativa.
Un legado técnico y científico sin precedentes
El éxito de las Voyager se basa en un diseño robusto y una ingeniería excepcional. Funcionan con generadores termoeléctricos de radioisótopos, que convierten el calor del decaimiento del plutonio en electricidad, una fuente de energía que, aunque se debilita con los años, aún les permite operar instrumentos clave. Sus sistemas informáticos, increíblemente simples para los estándares actuales, han demostrado una fiabilidad extraordinaria. La comunicación se mantiene a través de la Red del Espacio Profundo, utilizando antenas parabólicas de gran tamaño para captar sus débiles señales, que tardan más de veinte horas en llegar a la Tierra.
Más allá del reino del Sol
Ambas sondas han cruzado oficialmente la heliopausa, el límite donde termina la influencia del viento solar y comienza el espacio interestelar. Voyager 1 lo hizo en 2012 y Voyager 2 en 2018. Desde esta nueva frontera, sus instrumentos miden la densidad del plasma, la intensidad de los rayos cósmicos y la dirección de los campos magnéticos en un entorno nunca antes explorado directamente. Cada bit de datos que envían es un tesoro científico, ayudando a comprender la burbuja protectora de nuestro sistema solar y la naturaleza del medio interestelar. La NASA gestiona cuidadosamente su menguante energía, apagando sistemas no esenciales para priorizar la transmisión de estas mediciones históricas.
Es irónico pensar que estas máquinas, con menos potencia de cálculo que un moderno abridor de puertas con mando, están enviando postales desde un lugar donde ninguna otra ha llegado, mientras que nuestro teléfono inteligente a veces no tiene cobertura en el sótano.
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