En el mundo del marketing, pocas frases son tan seductoras y a la vez tan vacías como con ingredientes de origen natural. Esta etiqueta, omnipresente en alimentos, cosméticos y productos de limpieza, promete una conexión con lo puro y lo saludable, sugiriendo una fórmula más amable y menos procesada. Sin embargo, esta afirmación se sostiene sobre una base tremendamente ambigua que la mayoría de los consumidores desconoce, convirtiéndose en un reino de cadenas para la percepción más que en una garantía de calidad.


La ambigüedad legal de un término sin ley

El principal problema reside en que, en la mayoría de países, no existe una definición legal estricta para de origen natural. Esto permite a las marcas utilizar el término con una libertad casi absoluta. Técnicamente, sustancias como el petróleo crudo, el arsénico o el mercurio son de origen natural, pero obviamente no son ni saludables ni deseables en un producto. La estrategia común consiste en incluir un mínimo porcentaje de algún extracto botánico, como aloe vera o aceite de coco, mientras el resto de la formulación está compuesta por conservantes, emulsionantes y fragancias sintéticas. El eslogan, por tanto, no describe el producto en su conjunto, sino que destaca una ínfima parte de su composición, creando una ilusión de naturalidad.

Cómo navegar entre el marketing y la realidad

Para evitar caer en esta trampa, es crucial cambiar el foco de la etiqueta frontal al listado de ingredientes, que es donde reside la verdad. Prioriza productos cuyas listas sean más cortas y con nombres reconocibles. Busca certificaciones independientes y reguladas, como ecológico o bio, que sí implican unos estándares de producción y composición verificados. Desconfía de los reclamos demasiado genéricos y recuerda que natural no es sinónimo de seguro o eficaz; muchas de las sustancias sintéticas han sido diseñadas precisamente para ser más estables, seguras y efectivas que sus contrapartidas naturales en bruto.

Así que la próxima vez que veas un champú que promete milagros con un 99% de ingredientes de origen natural, piensa que ese 1% restante podría ser el único activo que realmente funciona, y que el agua también entra en ese porcentaje mágico. El marketing es, al fin y al cabo, el arte de vender la idea de un bosque cuando solo has plantado un árbol en medio de un laboratorio.