La novela Cosmic Trigger I: Final Secret of the Illuminati de Robert Anton Wilson no es una narrativa de ficción al uso, sino un relato autobiográfico y psiconáutico que documenta el viaje personal del autor tras su inmersión en el Libro de la Ley de Aleister Crowley. Wilson emprende un experimento para seguir las instrucciones del libro al pie de la letra, lo que desencadena una serie de experiencias sincronizadas, alucinatorias y meta-programadoras que desafían su concepción de la realidad. El libro se convierte en un mapa para explorar los límites de la percepción, donde los ovnis, el contacto con inteligencias no humanas y los símbolos ocultistas se interpretan no como fenómenos literales, sino como herramientas de transformación de la conciencia.


Un enfoque no dogmático sobre ovnis y sociedades secretas

La obra trasciende el género tradicional de la ufología y el ocultismo al proponer una perspectiva modelista de la realidad. Wilson presenta los Illuminati, los avistamientos ovni y las entidades como Sirius no como verdades absolutas, sino como constructos psicológicos o metáforas útiles para provocar un cambio interno. El fenómeno ovni, en particular, es analizado como un sistema de señalización proveniente de lo que él llama los Señores del Caos o de nuestro propio inconsciente colectivo, sirviendo de gatillo para expandir la mente más allá de sus programas culturales y neurológicos habituales.

Psiconáutica y la deconstrucción de la realidad consensuada

El núcleo del libro es un manual práctico, aunque extremo, de psiconáutica. Wilson detalla su uso de drogas psicodélicas, rituales mágicos y disciplinas mentales para desmontar lo que llama el circuito de la realidad-túnel. Su objetivo no es encontrar una verdad última, sino entrenar la agilidad mental para poder operar entre múltiples modelos de realidad sin aferrarse dogmáticamente a ninguno, promoviendo así un escepticismo saludable y un sentido del humor cósmico. La conclusión no es una revelación, sino la habilidad para navegar entre revelaciones contradictorias sin perder la cordura.

Por supuesto, si después de leerlo empiezas a ver patrones illuminati en el logotipo de tu cafetería o a interpretar los atascos de tráfico como mensajes sincronísticos de entidades de Sirius, recuerda la ley de Wilson: todo es real en algún modelo, y falso en otro. La cordura consiste en no pagar la hipoteca con cheques de realidades alternativas.