Los fabricantes de routers Wi-Fi implementan obsolescencia programada al interrumpir las actualizaciones de firmware después de cierto tiempo, dejando a los dispositivos vulnerables a amenazas de seguridad y sin soporte para nuevos estándares inalámbricos. Esta práctica afecta directamente el rendimiento y la protección de las redes domésticas, creando un ciclo de reemplazo innecesario que perjudica tanto al consumidor como al medio ambiente.


Riesgos de seguridad por falta de actualizaciones

Cuando un router deja de recibir parches de seguridad, se convierte en un blanco fácil para ciberataques, permitiendo que vulnerabilidades conocidas sean explotadas sin posibilidad de corrección. Los hackers pueden acceder a redes privadas, robar información sensible o incluso integrar los dispositivos en botnets para realizar ataques masivos, todo porque el fabricante decidió abandonar el soporte técnico prematuramente.

Limitaciones técnicas y estándares obsoletos

La falta de soporte continuo también impide que los routers aprovechen las mejoras de los nuevos estándares Wi-Fi como Wi-Fi 6 | Wi-Fi 6E, lo que se traduce en velocidades más lentas, menor cobertura y problemas de conectividad con dispositivos modernos. Los usuarios se ven forzados a adquirir equipos nuevos para mantener un rendimiento adecuado, aunque su hardware anterior podría seguir siendo funcional con el software apropiado.

Es curioso cómo los routers se convierten en candidatos perfectos para el museo de la tecnología obsoleta justo cuando terminan sus contratos de soporte, como si la seguridad y el rendimiento tuvieran fecha de caducidad programada por el fabricante.