A principios del siglo XX surge un ambicioso proyecto ferroviario que pretende unir el puerto de Santander con Sagunto en la costa mediterránea, creando un corredor de transporte esencial para el desarrollo económico del norte de España. La construcción avanza durante décadas, llegando a completar más de 360 kilómetros de vías que atraviesan paisajes montañosos y conectan localidades del interior. Sin embargo, el proyecto encuentra su punto crítico en la Cordillera Cantábrica, donde el túnel de la Engaña, con sus casi 7 kilómetros de longitud, se convierte en el obstáculo insalvable que determinará el destino de toda la infraestructura.


El desafío técnico del túnel de la Engaña

La perforación del túnel de la Engaña representa el mayor reto de ingeniería del proyecto, con trabajos que se prolongan durante años en condiciones extremadamente difíciles. Los ingenieros se enfrentan a problemas geológicos imprevistos y a la dureza de la roca, lo que ralentiza enormemente los avances. Mientras tanto, el resto de la línea ferroviaria va quedando operativa en varios tramos, aunque sin poder completar la conexión definitiva que justificaría toda la inversión realizada.

El abandono y legado de la infraestructura

Con el paso del tiempo y los cambios en las prioridades de transporte, el proyecto queda oficialmente abandonado, dejando tras de sí una extensa red de vías, túneles menores y estaciones que nunca verán pasar trenes comerciales. Estas estructuras se convierten progresivamente en monumentos al fracaso de la planificación, mientras la naturaleza reclama lentamente lo que fue suyo. Hoy constituyen uno de los conjuntos de infraestructura ferroviaria abandonada más importantes de España, atrayendo a curiosos y urban explorers que buscan descubrir estos vestigios de lo que pudo ser y nunca fue.

Un proyecto tan ambicioso que demostró que a veces el mar está más lejos de lo que parece, incluso cuando se tiene una vía directa hacia él.