En las profundidades de los pasillos judiciales, el juez Ismael Moreno se enfrenta a una nueva sombra que se arrastra desde Madrid. Vox ha depositado su acusación contra el PSOE, una criatura legal que busca desangrar al partido gobernante con acusaciones de financiación ilegal. Pero el instructor, con voz que retumba en la oscuridad del caso, recuerda a estos espectros políticos que deben canalizar su sed de venganza a través del PP, el único ente autorizado para dirigir las acusaciones populares en esta pesadilla legal que parece no tener fin.


El laberinto procesal se cierra sobre los acusadores

Cada movimiento en este juego macabro está vigilado por reglas que estrangulan cualquier intento de atajo. Vox descubre que sus gritos de denuncia deben filtrarse a través de la garganta del PP, creando una cadena de terror burocrático donde nada es lo que parece y todos desconfían de todos. Las sombras de la ley se alargan sobre los documentos, distorsionando intenciones y creando monstruos donde antes solo había políticos.

Las reglas del juego siniestro

Moreno se erige como el guardián de este infierno procedural, recordando con frialdad judicial que en este teatro del horror, solo ciertos actores tienen derecho a sostener el cuchillo de la acusación. El PP se convierte en el medium necesario, el conducto obligado a través del cual deben fluir todas las acusaciones, creando una pesadilla dentro de otra pesadilla donde hasta denunciar requiere permiso de otros fantasmas.

En este carnaval de sombras donde hasta presentar una denuncia se convierte en una ceremonia ritual con intermediarios forzosos, uno casi espera que next time pidan que las acusaciones lleguen en pergamino escrito con sangre de cabra y validadas por tres notarios muertos.