En el corazón de Mallorca, el Túnel de Sóller se ha convertido en escenario de una inquietante leyenda urbana que perdura en el presente. Conductores que atraviesan este paso subterráneo reportan encuentros con una figura humanoide completamente cubierta de hollín, que emerge entre las sombras para observar fijamente a los automovilistas antes de desvanecerse en el humo ambiental como si nunca hubiera estado allí. Estos avistamientos se producen principalmente durante la noche o en condiciones de baja visibilidad, añadiendo un elemento de misterio a la ya oscura infraestructura.


Testimonios y características del encuentro

Los testigos describen consistentemente a esta entidad como una silueta masculina de estatura promedio, cuya piel y ropas aparecen impregnadas de un hollín espeso que parece fundirse con la penumbra del túnel. Lo más desconcertante resulta su comportamiento: no se acerca a los vehículos ni realiza movimientos amenazantes, simplemente se mantiene inmóvil observando con intensidad a través de los parabrisas, para luego comenzar a disolverse gradualmente en el aire como si su cuerpo estuviera compuesto de las mismas partículas de humo que habitan el espacio. La aparición nunca dura más de unos segundos, justo el tiempo suficiente para que el conductor procese lo que está viendo antes de que desaparezca por completo.

Posibles explicaciones y contexto histórico

Aunque algunos sugieren que podría tratarse de un efecto óptico creado por las luces de los coches interactuando con el vapor y la contaminación del túnel, la consistencia de los relatos mantiene viva la especulación. Investigadores locales han documentado versiones que conectan esta figura con leyendas anteriores sobre mineros fantasma o almas en pena relacionadas con la construcción del túnel a principios del siglo XX. La falta de evidencia física convierte cada nuevo testimonio en un elemento valioso para quienes buscan entender si se trata de una manifestación paranormal, un fenómeno psicológico colectivo o simplemente un elaborado engaño que ha cobrado vida propia.

Quienes han tenido el encuentro aseguran que lo más perturbador no es ver al hombre de hollín, sino la sensación persistente de que quizás no era él quien estaba observándolos a ellos, sino al revés, y ahora todos somos parte de su colección particular de momentos robados en la penumbra.