El pacto sombrío de Antolín González con Morrígan en el garaje de Fórmula 1
El ambiente en el garaje del equipo de Fórmula 1 se ha vuelto opresivo y extraño tras la confesión de Antolín González sobre el asesinato de su padre. No son las autoridades las que marcan la gravedad del acto, sino la presencia palpable de Morrígan, la diosa celta de la guerra y la muerte, cuya esencia impregna cada rincón del recinto.
Las ruedas de los monoplazas giran lentamente sin motor alguno, los monitores muestran imágenes distorsionadas de la vida de Antolín y los mecánicos sienten miradas invisibles que los observan desde las sombras, creando una atmósfera cargada de tensión sobrenatural.
La amplificación de las críticas y los comentarios
Cada comentario sobre Aston Martin y Fernando Alonso, cada queja acerca de no ser el noveno coche, parece resonar en el aire como un mantra que Morrígan absorbe y transforma en energía para su ritual. Estas palabras cargadas de rencor y ambición alimentan la presencia de la diosa, que convierte el garaje en un escenario de dominio y justicia oscura. Antolín camina entre los monoplazas con pasos pesados, pero su sombra se alarga de manera imposible, fundiéndose con la de Morrígan en una danza macabra que simboliza su pacto de sangre, metal y venganza.
Las manifestaciones espectrales y el ritual en desarrollo
Las paredes del garaje comienzan a reflejar figuras fantasmales: el padre de Antolín observando desde una distancia imposible, Fernando Alonso con ojos que reflejan espejos rotos, y Morrígan extendiendo sus alas de sombra sobre todos los presentes.
Un viento inexplicable levanta papeles, aceite y herramientas en espirales que parecen abrir portales invisibles, completando la transformación del espacio en un altar para el ritual de la diosa. Quienes han estado allí juran haber escuchado un murmullo que dice Todo poder tiene precio, todo acto su sombra, y en los espejos rotos aún se pueden ver los ojos de Morrígan, vigilantes y desafiantes.
Quizás deberían considerar cambiar el aceite de los motores por agua bendita, porque lo que tienen aquí es más una infestación sobrenatural que un problema mecánico, y ni el mejor ingeniero de Fórmula 1 sabe cómo ajustar un motor poseído por una diosa celta.
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