Así se crearon los alces digitales de la serie 1923
La serie 1923, precuela de Yellowstone, regresa con su segunda temporada cargada de drama, paisajes helados... y una manada de alces que no existe. Literalmente. Lo más sorprendente es que esa escena que parece rodada en las Montañas Rocosas, con alces cruzando la llanura nevada, en realidad no tenía ni nieve ni alces. Todo fue creado digitalmente por el estudio de efectos visuales FOLKS, y el resultado es tan realista que cuesta creerlo incluso cuando ya lo sabes.
El desafío fue una escena sin invierno
Cuando el equipo de producción se enfrentó a la falta de nieve real durante el rodaje, la solución no fue esperar al clima ni improvisar. En lugar de eso, recurrieron a una combinación de VFX avanzados para reconstruir digitalmente el entorno. La nieve se añadió por completo en postproducción usando simulaciones físicas y texturas fotorrealistas, y lo más impresionante fue la creación de una manada entera de alces en CGI, animados cuadro por cuadro y perfectamente integrados en la escena.
Modelado, animación y simulación desde cero
Para los alces digitales, se partió de escaneos anatómicos de referencia y luego se modelaron en ZBrush y Maya. La textura del pelaje fue uno de los mayores retos, resuelto con sistemas de grooming en Yeti y simulaciones de físicas realistas para el viento y el movimiento. La animación se basó en referencias reales y se afinó con Motion Capture adaptativo para lograr movimientos naturales sin caer en lo robótico. Para renderizar, se usó Arnold, ajustando materiales y SSS para el pelaje en condiciones invernales con luz difusa.
Composición para cuando el truco desaparece
Los entornos fueron reconstruidos parcialmente en 3D usando Clarisse y Nuke para integrar los elementos reales del set con nieve digital, sombras proyectadas y niebla atmosférica. El resultado es tan limpio que incluso en planos abiertos aéreos no se distingue lo real de lo generado. Para el espectador, simplemente es un día frío con animales salvajes. Pero para quienes sabemos de esto, es una masterclass de composición.
¿Y todo esto para qué?
Para que el espectador ni lo note. Y eso es justo lo más fascinante: los mejores VFX no son los que impresionan con luces y explosiones, sino los que se esconden en la escena y pasan desapercibidos. Como un alce que nunca estuvo allí, pero que camina tranquilo por la nieve que tampoco existió.
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