Doom The Dark Ages moderniza el caos demoníaco

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Doom ha vuelto, pero no con traje nuevo, sino con armadura medieval y cara de pocos amigos. La saga, que lleva repartiendo proyectiles desde hace más de 30 años, ha sido reinventada una vez más. Esta vez se titula Doom: The Dark Ages y no es solo un cambio de nombre, sino de época. Adiós al infierno futurista y hola a un infierno más... gótico. Eso sí, la misión es la de siempre: hacer trizas demonios como si fueran piñatas con mala leche.

Los gráficos no matan, pero ayudan

Detrás de tanto caos visual hay un motor gráfico llamado IdTech 8, que ha puesto a los demonios en HD con textura de pesadilla. Los escenarios mezclan piedra, fuego y verde radiactivo como si fueran ingredientes de una sopa infernal. Aunque algunos enemigos antes parecían sacados de una broma, ahora tienen más detalles que un manual de montaje sueco. Todo brilla, explota o arde, y lo hace con estilo.

Combate con sabor a años 20 (del siglo XXI)

Aunque el Doom Slayer sigue corriendo y disparando como si hubiera perdido el bus, ahora tiene más juguetes. En la mano izquierda lleva un escudo con sierra incorporada, porque claro, nunca se sabe cuándo te va a atacar un demonio o un seto mal podado. Puede lanzarlo como frisbee mortal, usarlo para empotrarse contra enemigos o balancearse por el mapa como si fuera Tarzán con armamento.

Golpes cuerpo a cuerpo y enemigos con personalidad

Aquí no todo son balas. También hay puñetazos con guanteletes, mazas que limpian la zona y una que otra técnica que haría llorar a un fisioterapeuta. Algunos enemigos llevan escudos que se calientan si les disparas mucho. ¿La solución? Tirarles tu escudo y ver cómo explotan, claro. Otros tienen campos de fuerza que puedes hacer saltar por los aires con las armas adecuadas. El combate tiene más capas que una cebolla galáctica.

Dragones y robots gigantes, porque sí

Como si no fuera suficiente, también hay momentos donde el protagonista monta un dragón o pilota mechs gigantes. Uno dispara, el otro pega. Ninguno sirve para estacionar bien, pero ayudan a variar el ritmo del juego. Además, hay puzzles ambientales y secretos escondidos como si fuera un juego de aventuras disfrazado de concierto de heavy metal.

Una historia que intenta ser seria (y no lo logra mucho)

La trama intenta conectar con los orígenes de Doom, siendo una precuela. Hay facciones, conflictos místicos y diálogos tan densos que harían sonrojar a una telenovela espacial. Pero en el fondo, todos sabemos que estamos aquí por la acción y las explosiones, no por los discursos entre seres interdimensionales.

El futuro según Doom es solitario por ahora

Por ahora, Doom: The Dark Ages es solo para un jugador. Sin multijugador, sin partidas en línea. Pero con tantos enemigos en pantalla al mismo tiempo, es probable que no eches de menos la compañía. Aunque quién sabe, pronto podrían añadir más modos con futuras actualizaciones. Mientras tanto, sobra con disfrutar del caos ordenado que id Software ha sabido crear con mimo, metralla y mucha mala leche demoníaca.

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La serie Doom es un clásico dentro del mundo de los shooters en primera persona. Desde 1993, cada entrega ha puesto al jugador en la piel de un marine solitario enfrentándose a hordas de demonios con armas que van desde la clásica escopeta hasta si hace falta, las manos desnudas. Lo curioso es que la duración de cada campaña varía bastante, ofreciendo experiencias que van desde partidas rápidas hasta verdaderas maratones demoníacas.

Doom VFR es el primer contacto con la realidad virtual

En los comienzos de la realidad virtual, Doom VFR fue un experimento corto pero intenso. En unas tres horas, o cuatro si se quiere ser muy meticuloso, el jugador puede sumergirse en Marte y abrirse paso a disparos y golpes contra demonios. La duración breve hace que sea una buena carta de presentación para esta tecnología, pero no es el maratón típico de la saga.

Clásicos que se hacen querer como Doom 1993 y Doom 2

El juego original, que cumple ya más de treinta años, ofrece alrededor de cinco horas de acción sin parar. Con sus secretos y atajos, puede estirarse un poco más o comprimirse en menos tiempo por los expertos. Su secuela, Doom 2, Hell on Earth, sube la apuesta y se extiende hasta siete horas, con un terreno más amplio y un jefe final que ya es leyenda. Aquí la cosa se pone más seria, con niveles y secretos que pueden llevar hasta casi catorce horas para los más exploradores.

Doom 64 y Doom 3 conlleva un cambio de tono

Doom 64, con su ambientación más oscura y sin la banda sonora de rock que caracteriza a la saga, dura unas siete horas en su recorrido básico, extendiéndose a diez con su expansión. Después, Doom 3 lleva la cosa a otro terreno, el survival horror. Esta entrega dura unas diez horas, que pueden ser catorce con la expansión. Aquí el enfoque cambia, con una atmósfera más tensa y menos carreras frenéticas.

Doom (2016) y Final Doom: viejos amigos con nuevos retos

El reboot de 2016 presenta al Doom Slayer y sus aventuras en Marte con una campaña que dura unas doce horas, o hasta veinte si se quiere explorar todo. Final Doom, desarrollado por fans, es un reto que puede llegar a trece o veinte horas, con niveles diseñados para poner a prueba a los jugadores más pacientes y habilidosos.

Doom: The Dark Ages y Doom Eternal, la saga se expande

Entre Doom 64 y Doom (2016) está Doom: The Dark Ages, una aventura de quince a veinte horas en la que el Doom Slayer lucha con espada y escudo en un mundo medieval demoníaco. Finalmente, Doom Eternal es la entrega más larga, superando las veinte horas en su campaña principal y llegando a treinta si se incluyen los contenidos descargables y la búsqueda completa de secretos.

¿Qué tener en cuenta si se quiere empezar la saga?

• Duración y estilo varían mucho entre juegos
• Algunas entregas son más rápidas y directas
• Otras exploran más la historia o cambian de género
• Las expansiones suelen añadir varias horas de juego
• La dificultad puede ser un desafío para los nuevos

Doom es más que disparos, es una evolución constante, con un poco para cada tipo de jugador y una buena excusa para afinar puntería mientras se disfrutan mundos llenos de demonios y, por qué no, algún que otro susto. Ahora solo queda decidir por dónde empezar esta aventura infernal.