Sueños lúcidos y no tan lúcidos
A mí no hay cosa que me guste más que soñar. Siempre he dicho que tengo una tarjeta gráfica de la hostia, y gracias a ella tengo sueños que ni el mejor de los guionistas con la mejor compañía de efectos especiales. He volado, he viajado al espacio, he visto el universo colapsar sobre el cielo del planeta (con variantes a saber: las estrellas van desapareciendo, o la luna empieza a caer sobre la tierra, o una supernova desata un Tsuna mi terrible, o las estrellas empiezan a arremolinarse en el cielo), he saltado de balcón en balcón usando un látigo para balancearme entre ellos, he asistido a invasiones extraterrestres acojonantes, he esquivado por los pelos jumbos que caían hacia donde estaba, meteoritos de colores alucinantes, he luchado contra extraños extraterrestres (algunos como critters de piel azul metalizada, otros diminutos como lemmings verdes).
Suelo tener lugares comunes, como sitios con muchas escaleras o ascensores de rejas que jamás me dejan llegar a donde quiero, o trenes o aviones que pierdo. Algunas veces tengo ciertas pesadillas recurrentes, aunque afortunadamente no se suelen dar.
Lo más destacable en mí haber onírico probablemente sea la vez que pasé toda una noche despierto porque si me movía un alien me arrancaría los brazos (VI alien con demasiada poca edad.) u otra en la que estaba en el funeral de mi abuela (que en el mundo real había muerto unos años antes) y tenía que convencerla de que se quedará en el ataúd, porque ella estaba tan pancha sentada allí, sin saber muy bien que estaba haciendo. Menudo miedo de sueño.
En uno de los mejores que recuerdo (y que contaré otro día, porque parecía guionizado por los de twin peaks) incluso me llegaban a matar (yo que pensaba que uno se despertaba antes de que llegaran a matarle en un sueño, pero mira, en éste me atraparon antes).
No menos curiosa fue la noche en la que fui cansadísimo a acostarme y, del mismo rebote de mi cabeza al dejarla caer en la almohada, ya era de día y tenía que levantarme (esto no fue un sueño, sino más bien todo lo contrario, pero la sensación fue apabullantemente extraña).
Odio particularmente soñar con que estoy jugando a algo, programando algo o haciendo algo en el ordenador en general. También me daba rabia las noches que pasaba soñando que me examinaba de algo (máxime si el examen real lo tenía a la mañana siguiente).
Mis traumas oníricos suelen versar sobre que se me caen los dientes (esto de haber llevado ortodoncia, vaya infierno) o tengo alguna parte de mi cuerpo muy deteriorada.
En mi infancia era muy sonambulo, y os contaría historias, pero no recuerdo casi ninguna. Una noche estaba deambulando por casa y mi madre me preguntó que dónde estaba. Les dije que en babilonia, hablando con Nabucodonosor (leía demasiado una biblia infantil estilo cómic -muy bien dibujada, por cierto.
Para terminar, siempre he pensado que los sueños son una forma que tiene nuestro cerebro de desfragmentar las experiencias (deseos, recuerdos, miedos, hipótesis, problemas) que hemos tenido últimamente, no sólo para ordenarlas en lugares lógicos de los que poder echar mano con facilidad, sino también para combinarlas más o menos al azar y obtener nueva información que no obtendríamos si siguiéramos procesos racionales de pensamiento (y por eso muchas veces encontramos soluciones a problemas que teníamos estando despiertos), además de preparanos para posibles y si: ¿Qué pasaría si mañana va y me encuentro con un toro corriendo hacia mí? Pues si has soñado con esa situación, tienes una semisimulación de que podrías hacer.
Saliendo del tema de los sueños, una mala experiencia la tuve una mañana en la que me llamaron por teléfono y me encontré boca abajo en la cama con ambos brazos dormidos (odio que se me duerman, y encima es algo que me ocurre a menudo por malas posturas en la cama). La forma en la que acabé dándome la vuelta para responder al teléfono fue más propia de un capítulo de señor Bean que otra cosa (cogiendo un brazo con la boca, zarandeándolo para que se despertara y poder coger al otro para llevarlo hasta el móvil). Ni que decir que no llegué a tiempo para cogerlo.
Por cierto, muchas veces subestimamos la capacidad que tenemos de atención inconsciente. Algunos atisbos de precognición se deben simplemente a que nos hemos montado una historia plausible en base a pequeñas informaciones de las que no somos conscientes (como que hay o puede haber un auto con las luces apagadas y cruzar la carretera es peligroso si no prestas atención) y luego esa historia se cumple o casi lo hace. Por supuesto, nos llama la atención en este caso, pero seguramente hay muchísimos más casos (como soñar con números o cosas que al final no son nada) que nos pasan desapercibidos.
Sobre sueños lúcidos, pocas veces los tuve. Lo que sí sé sobre ellos es que prefiero que mi cerebro monte el guión que quiera, y no tener que pensarlo yo conscientemente. Sus películas son considerablemente más fantásticas.
Menudo tostón os he dejado. En fin, gracioso? Simas algunas aportaciones, preocupantes otras, interesantes todas.
Sueños lúcidos y no tan lúcidos
A mí también me asombra la capacidad del subconsciente. Soy una marmota durmiendo, no me despierto ni con los 3 despertadores que me pongo, pero cuando no tenía coche, y me levantaba muy temprano, al volver en tren o autobús, me quedaba frita. De algún modo ponía el piloto automático del subconsciente, y me despertaba justo en la parada en la que me tenía que bajar. ¿cómo lo sabe mi subconsciente? Misterio.
La otra vez que me despertó fue más curiosa aún. Una vez explotó una bombona de butano al lado de mi casa, y fui la única que no me desperté, pero en el último terremoto que hubo aquí que fue temprano, 15 segundos antes, abrí los ojos de par en par. No fue un terremoto grande, pero lo suficiente como para ver temblar los espejos del armario y pensar que se iba a caer encima de la cama. Es lo más curioso: de alguna manera el subconsciente lo percibió.
Por cierto, si el terremoto que hubo fue pequeño y me acojoné viva, no puedo imaginar estos pobres italianos cómo han tenido que pasarlo.
Sueños lúcidos y no tan lúcidos
Nota de Storm: tratar de no pasar una semana santa sin internet, que mira lo que uno se perdió. A ver si me voy poniendo al día.
Acabo de partirme con lo del fregadero de Yorex manda narices.
Sueños lúcidos y no tan lúcidos
He leído sobre algunos que suelen tener pesadillas e iba a poner que yo no recuerdo tener grandes pesadillas, diría que sueños incómodos, pero no pesadillas. Pues resulta que anoche tuve la peor pesadilla de mi vida.
Es increíble el poder de la mente. Lo cierto es que me desperté con un grito, temblando, y me costó muchísimo volver a la realidad. Y ni siquiera recuerdo bien la pesadilla. Tengo una ligera idea de entrar en una catedral del mal, en un edificio del infierno, no tal como lo conocemos, sino algo que escapa a toda descripción, realmente terrible.
Tardé en dormirme con miedo a volver a tener esa pesadilla, pero cuando lo hice soñé con la imagen de una cara blanca, de mármol, supuse que era el ser que quería hacerme daño y me había llevado a esa catedral del mal, así que, me enfrenté a él, luego el sueño se volvió medio lúcido y traté de arrimarme y hacer sexo con el ser asexuado, y se transformó en un zombie, en un cadáver. Por fin me libré de él.
Lo siguiente que viví fue una especie de viaje astral, que tampoco nunca antes había experimentado. Me vi volando o caminando hacia la puerta de mi habitación, como si fuera real, y de repente, como a cámara rápida regresé a la cama. Entonces entré en sueño lúcido e intenté seguir con el viaje astral tratando de elevarme, pero lo único que conseguía era dar vueltas alrededor de la cama pasando por debajo, luego por un lado, arriba y vuelta a empezar.
Qué nochecita.
Sueños lúcidos y no tan lúcidos
Eso debe ser los efectos secundarios por el atracón que te diste.
Sueños lúcidos y no tan lúcidos
Yo duermo como una marmota.
Sueños lúcidos y no tan lúcidos
Recuerdo que cuando iba al cole o a bachillerato no necesitaba estudiar. Tenía bastante memoria y retenía casi todo lo que se decía en clase. Pero si un día tocaba examen y no lo llevaba muy bien, solo tenía que darle un repaso rápido a mis apuntes y me pasaba el resto de la noche soñando con ellos. A la mañana siguiente los tenía frescos en la cabeza porque era como si me hubiera pasado la noche estudiando.
Sueños lúcidos y no tan lúcidos
Pues fijaos la que se monta mí mente, para no coger el teléfono. Ayer me acosté supertarde, y me llaman temprano por teléfono, y empiezo a soñar que se mete un ladrón en mi casa, yo estoy en la terraza, fumándome un cigarrín y le estoy viendo, pero con la excusa del ladrón, pues no puedo entrar a coger el teléfono (que también suena en el sueño), porque si no, el ladrón me mata. Y yo esperando a que con el ruido del teléfono se pire, pero nada, que al final tengo que entrar yo, y ahí fue cuando me desperté (3 veces que sonó el teléfono).
Sueños lúcidos y no tan lúcidos
Cuando vivía en Madrid, la pared de la habitación donde estaba el cabecero de la cama era simétrico a la de la casa de al lado. Ni que decir tiene que el aislamiento sonoro era bastante penoso, y oía hasta los cuescos.
Pues bien, una noche dormida soñé que el rodapié de la habitación no llegaba al suelo sino que estaba como a 2cm y podía ver la luz de la habitación de al lado y por supuesto las voces. Otra noche, soñaba que se llenaba la habitación de gente, todo por el mismo, dormida oía a la gente de al lado hablar.
Ya ni os cuento los detalles del folleteo.