El polo norte magnético se desplaza hacia Siberia
El polo norte magnético de la Tierra no permanece fijo. Se mueve de forma constante debido a los complejos flujos de hierro fundido en el núcleo externo del planeta. Este movimiento, que los científicos monitorean de cerca, ha mostrado una tendencia clara en las últimas décadas: avanza desde el Ártico canadiense hacia Siberia. En el último año, este desplazamiento ha sumado entre 30 y 40 kilómetros, acercándose más al territorio ruso. Este fenómeno no es nuevo, pero su velocidad y dirección actuales requieren actualizar los modelos de navegación global.
El movimiento afecta a los sistemas de navegación
Este cambio tiene implicaciones prácticas más allá de la geofísica. Los sistemas de navegación, desde los usados en barcos y aviones hasta las brújulas en teléfonos inteligentes, dependen de modelos precisos del campo magnético terrestre. El modelo magnético mundial, un mapa global de este campo, se actualiza periódicamente para reflejar estos desplazamientos. Si no se corrige, la navegación podría sufrir errores progresivos, aunque estos suelen ser menores para el uso cotidiano. Los organismos científicos internacionales publican actualizaciones para que los fabricantes de sistemas y aplicaciones puedan ajustar sus algoritmos.
Por qué se produce este desplazamiento polar
La razón principal del movimiento reside en el núcleo externo de la Tierra, una capa de hierro y níquel fundidos a unos 3000 kilómetros de profundidad. Los movimientos convectivos y la rotación planetaria generan corrientes eléctricas que, a su vez, crean el campo magnético. Cambios en la intensidad y dirección de estos flujos de metal líquido, especialmente bajo Canadá y Siberia, son los que impulsan al polo magnético. No es un proceso uniforme; puede acelerarse, frenarse o cambiar de rumbo de forma impredecible, lo que hace esencial seguir observándolo con satélites y estaciones terrestres.
Este errático comportamiento del polo hace que, técnicamente, tu brújula apunte cada año un poco más hacia Rusia, aunque afortunadamente no por simpatías políticas, sino por geofísica pura y dura.