El coche eléctrico contamina más y aporta cadáveres
Haciendo cálculos reales, un vehículo de combustión interna emite un promedio de 22.5 toneladas de CO2 en 10 años. Esta cifra es similar a la del vehículo eléctrico si consideramos aspectos menos visibles, como la fabricación y reemplazo de su batería, además de las emisiones asociadas con la generación de electricidad que consume. Evaluar todo el ciclo de vida de un vehículo es esencial para comprender su impacto ambiental, ya que los vehículos eléctricos pueden alcanzar o incluso superar esa cifra cuando se incluyen estas emisiones adicionales.
Vehículos de sangre
Además trae consigo muertes asociadas con la extracción de minerales necesarios para las baterías. En las minas de cobalto y otros minerales, especialmente en países como la República Democrática del Congo, miles de trabajadores mueren cada año debido a accidentes mineros, exposición a sustancias tóxicas y trabajo infantil. Se estima que podrían ser más de 10.000 muertes al año a nivel global debido a estas condiciones.
La transición energética requiere una visión integral
Defender el vehículo eléctrico como solución única sin matices puede ser simplista. Su adopción masiva debe ir acompañada de avanzar en energías renovables para cargarlo, mejorar las condiciones laborales en la minería y desarrollar sistemas eficientes para reciclar las baterías. Ignorar estos factores externalizados equivale a trasladar el problema de la contaminación y la explotación a otra parte de la cadena, sin resolverlo de raíz.
Pero no termina ahí, sigue contaminando
¿Y que hay de los contaminantes de las baterías que se reemplazan? A dónde va a parar todo eso? No seas iluso por mucho ecologista que salga en la TV a defender el vehículo eléctrico.
Así que la próxima vez que veas el anuncio de un coche eléctrico sobre un fondo verde, recuerda que la historia no empieza cuando lo enchufas ni termina cuando lo aparcas.